Un encuentro entre un hombre y una mujer, debería ser un encuentro sin esperanzas y, sin embargo, Ella ambiciona que él transforme su deseo, y Él ambiciona que ella habla de su deseo. Ambos saben que no podrán.
Toda semblanza del sujeto psíquico se puede llegar a reemplazar por una semblanza social no correspondiente a sus requerimientos infantiles. Con lo cual, el sujeto se ve obligado a cambiar de personalidad y no, precisamente, por haber elaborado algo, sino por obligación social, compromisos, hijos, etc.
Y cuando ya no pueda pintar porque se me caigan las manos y ya no pueda escribir porque me haya quedado casi sin mirada y la mujer desaparezca porque yo ya no tenga corazón, todavía, aun, queda la muerte para amar, aun, todavía, amaré la libertad.
A veces, llego a conclusiones donde parece que la vida comienza hoy y no quiero detenerme aquí, pero me da miedo, tengo miedo de que la grandeza me separe de mí.