domingo, 29 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO CINCUENTA Y DOS

El mate cocido por su gusto y su color, dependía de hierbas cocidas y azúcar, me gustaba.
Pensé que ya era suficiente, debía cerrar la puerta nuevamente, pero no me podía mover de la silla. Esperaría entonces la próxima persona que se acercara a mí y le pediría que cerrara la puerta.
Una mujer morena, de labios gruesos y espléndidas caderas se acerca a mí resueltamente con un vaso en una mano, y me besa en la boca, bien como si me conociera desde hace años, deja el vaso encima del escritorio y sale, me impresiona tanto su actitud conmigo, que me olvido de pedirle que cierre la puerta. Hago un esfuerzo, un gran esfuerzo para levantarme de la silla y lo consigo, pero casi me quedo sin fuerzas, decido en lugar de cerrar la puerta, salir por una puerta exactamente a un metro de la puerta de lo que sería mi pieza al patio.

domingo, 22 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA Y UNO

El único efecto provocado por haber apretado el timbre, fue que la puerta de vidrio esmerilado se abrió.
Y desde el lugar donde yo ahora estaba sentado se podía ver una escalera de madera, cubierta con una alfombra, que seguramente bella hacía muchos años, aparecía ahora rota y sucia. Por la puerta abierta seguramente iría apareciendo gente.
Un muchacho de unos veinticuatro años, se acercó y me dijo si quería tomar algo, dije que sí con la cabeza al tiempo que este muchachote, más alto que yo, se inclinaba para darme un beso en cada mejilla. Este debe tener conmigo una relación especial me dije.
-Querés un vaso de mate cocido –me dijo- y salió de la pieza.
En realidad lo que yo quería era un fósforo, o un encendedor para prender en cigarrillo de marihuana pero todavía tenía miedo de hablar y no dije nada. Mate cocido, vaya a saber qué cosa empezaré por tomar.
En medio justo de estas tonterías apareció un adolescente de unos doce años, entró como si la pieza fuera de él, también diciéndome buenos días, me dio un beso en cada mejilla, dijo buenos días y se fue. En su rostro vi algo parecido a mi rostro. Tal vez, me dije, había tenido hijos y todo sin darme cuenta. Cuando me encontrara con Lipuskia, le rompería el culo a patadas.

martes, 17 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA

Aprieta el botón mi querido, aprieta el botón. Dejé el cigarrillo sobre la mesita de luz y abrí un poco la ventana y levanté la persiana. Un fuerte sol me anunciaba que en esa ciudad era verano. Abrí la puerta del ropero, para buscar ropa adecuada al calor que comencé a sentir. Unos pantaloncitos fabricados con unos vaqueros cortados por las rodillas y una camisa de mangas cortas como esas que usaba mi padre en los veranos de mi ciudad natal. Y luego comprobé que los zapatos que había en la pieza me quedaban perfectamente, lo que quería decir que el que vivía en esa pieza y debía hacer muchísimo tiempo y sin darme cuenta de vivir, era yo.
Bien, ya sabía cual era mi ciudad, cual mi ropa, me faltaba averiguar, mi posición económica y si vivía con alguien más en la pieza, qué edad tenía realmente, y cómo me llamaba. Y tal vez, de qué trabajaba. Todo me daba miedo. Apretar el timbre, porque seguramente vendría alguien y de algo brutal me enteraría, y también me daba miedo leer los papeles escritos, porque también, seguramente me harían enterar de algo terrible.
Detrás de la puerta esmerilada y en medio de mis cavilaciones, escuché el murmullo de varios niños jugando, estaba claro que había caído en una casa de familia. Averiguar quién era en esa casa me daba miedo y a la vez excitación y alegría. El destino que me había tocado por ahora y en el borde de las pocas averiguaciones que había hecho, no me desagradaba, sólo me daba un poco de miedo. Después de otra revisión general por toda la pieza, tratando de averiguar más cosas acerca de mi nueva personalidad, o bien mi vieja personalidad, pero nueva en el sentido de su saber de ella. Un reloj funcionando marcaba las 11,30 de la mañana. En el patio estaba el sol. No encontré sin embargo en la nueva búsqueda ningún documento o papel que atestiguara mi identidad.
Ella otra vez tenía razón, apretar el timbre era por ahora lo único posible en el intento de averiguar algo más acerca de mi situación actual.
Me acerqué varias veces a la puerta, sin abrirla, y cada vez escuchaba ruidos diferentes, pasos de mujeres, pasos de hombres, música, juego de niños, estaba claro que había caído en una casa donde vivían además de mí, muchas otras personas y que seguramente yo tenía con todas esas personas mayores y esos niños, relaciones que tendría que ir averiguando de a poco.
Después aun de constatar mi cuerpo, y hacer una flexiones para ver el estado vital del que disponía y dándome cuenta que gozaba de la energía de antaño, fui feliz y toqué el timbre. De cualquier manera, yo ya había matado y muerto varias veces, a nada tenía que temer.

domingo, 15 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y NUEVE

Volví a mirarme en el espejo y me gusté. Muchas veces, cuando caminaba por las calles de mi barrio me había visto de cuarenta años y me había visto exactamente así como me veía en ese espejo. Las chicas, me dije en voz baja, no quieren irritarme, más bien quieren ser ayudadas.
Por debajo de la puerta de vidrio esmerilado, alguien mete un diario, que leo con mucha atención y descubro las siguientes cosas. Pero de cualquier manera, antes de decir lo que me produjo la lectura del diario diré lo que me produjo la aparición del diario. O bien las que estaban detrás de la puerta de vidrio eran las chicas, como yo así las llamaba, o bien detrás de la puerta había gente, que me trataba de una manera especial, quien sabe me dije, me tocó ser el jefe de alguna familia o cosa parecida, espero tener prestancia para semejante rol.
El diario se llamaba (no lo voy a decir), era un diario de Madrid, ciudad me imagino en donde me tocará vivir a partir de ahora. Busqué afanosamente alguna noticia del niño asesino, y nada encontré. Como podía ser que ya el diario no trajera ninguna noticia, o sería tal vez que en esta ciudad no había llegado la noticia. O era un diario especial que ellas habían publicado para mí, lo único que no me podía imaginar era que habían pasado, exactamente, de aquella noche con María, su hermana y su amiga, treinta años. Mi dependencia por fin quedaba clara. Yo no sabía qué había pasado en esos treinta años.
Me tiré sobre la cama a punto del desmayo, busqué por los cajones de la mesita de luz de la izquierda y encontré un pequeño paquetito conteniendo marihuana. Y armé para fumar. Una vez armado el cigarrillo, no encontré con qué encenderlo, y diciendo la verdad estaba un poco nervioso, sin saber qué hacer. Una voz interior me dijo. Aprieta el timbre que tienes al lado de la cama.
Y en esa voz reconocí su voz y todo fue delirio esa mañana ¿Dónde estoy, pregunté, casi desesperado? y dónde estás tú, presencia iluminada. Abro mis ojos, y ya no apareces, cierro mis ojos y ya no apareces. Acaso hice algo mal.

lunes, 9 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y OCHO

Todo estaba bien hasta que me miré en un pequeño espejo que saqué del cajón del escritorio. Mi cara ya no era mi cara y mi cuerpo, ya no era mi cuerpo. Más que diez años parecía tener cuarenta años. Todo me había crecido, las piernas, el pene, la cara, los ojos, el cabello. La ropa que tenía puesta, no era ni lujosa ni pobre, más bien rara, pequeña burguesía intelectual, pensé y me quedé tranquilo.
Estaba claro que esas hijas de puta me habían transformado en algo que yo antes no era. Seguramente por medio de superpoderes habían conseguido meterme en el cuerpo de otra persona. Una especie de transmutación de almas. Quería decir que era preferible que yo no me hiciera el canchero sino que escuchara al resto de la gente que, seguramente, vivía en esa casa y fuera haciendo en consecuencia.
En dirección a la ventana, se escuchaba el canto de un pájaro. Esto, me dije, se parece cada vez más a la tierra. Y otra vez me asaltó la duda: esto no sería un hospicio moderno, esos hospicios donde al loco le hacen sentir que el hospicio es como una casa y hay niños, para demostrarle que no le temen.
En dirección a la ventana, el canto de los pájaros no daba alternativas, era claramente el canto de los pájaros

viernes, 6 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y SIETE

El sitio donde me encontraba hoy podríamos decir que, si me animara a describirlo, cualquiera de ustedes sería capaz de reconocer en esa descripción una pieza común de una casa construida hace unos cuarenta años. Un recinto redondo de esos que sirven como salón de estar en las casas de familia. Un par de ventanas a un jardín, una chimenea en el centro de la habitación, una pequeña biblioteca por encima de un escritorio lleno de papeles escritos y carpetas llenas de papeles escritos. Una cama de las llamadas matrimoniales de esas que usaban mi papá y mi mamá, dos mesitas de luz de madera con incrustaciones doradas también repletas ambas de libros y papeles escritos. Las puertas, que todavía no sabía dónde daban, eran de vidrio esmerilado. Unas cerámicas representando al hombre y a la mujer en diversas posiciones y las paredes llenas de cuadros y afiches donde se anunciaban recitales de poesía. Concluían el mobiliario una máquina de escribir, dos sillas y un ropero pequeño y viejo.
La situación actual, me dije, si bien precaria, más humana que todas las situaciones anteriores. Seguramente comenzaba hoy, para mí, una nueva vida.
Unos cojines, si bien lindos bastante sucios, un par de zapatos, y alguna ropa interior tirada sobre la silla vacía, mostraban claramente que ahí alguien había vivido hasta hace unos minutos o todavía vivía.
Me quedé tranquilo, había algo en el ambiente que me decía, que eso no era ni el espacio celeste, ni mi cama, ni la cárcel, ni el hospicio, sino una especie de familia normal que vivía en una ciudad, como en tantas ciudades tantas familias.