domingo, 8 de noviembre de 2009

Pintando en casa. Pintura en directo. Miguel Oscar Menassa. Domingo 8 de noviembre de 2009. Cuadro 2




martes, 20 de octubre de 2009

El 15 de octubre se cumplieron 34 años del Segundo Manifiesto del Grupo Cero

15 de octubre de 1975, Buenos Aires

SEGUNDO MANIFIESTO DEL GRUPO CERO

Escribo, escribo todo el día para saciar mi sed. Debo de pertenecer a esa clase de bebedores insaciables. Los de mi estirpe deben ser considerados seguramente como hombres que viven fuera de la ley. No somos lo que se dice apasionados, somos los que calculamos el destino, tenemos planes acerca del mal que nos corroe, queremos que él sea nuestra manera de vivir.
No queremos abolir la justicia, queremos agregarle a la justicia la capacidad de detectar las diferencias.
El hombre siempre es una encrucijada que se resuelve con un asesinato; la justicia debe saberlo.
La precisión de un acto (aunque en sí mismo sea un acto salvaje) debe tener siempre el perdón de la justicia, si es un acto perfecto no volverá a repetirse.
Las imprecisiones habrá que castigarlas severamente; ellas anuncian la repetición inútil y ciega de una realidad infantil sin sentido social.
¿O mi ser no es acaso esa diabólica combinación de nuestros destinos?
Y el que no cree por que no sabe o por que nunca le tocará creer, que haga pruebas, que se desgaste hasta el final, que se vaya, que cierre de un golpe la puerta de nuestra casa, que vuelva malherido, que muera de espanto en un callejón sin salida, que comunique sin ningún cuidado las claves secretas de nuestro poder, que comente entre putas y rancios olores de semen fermentado, nuestros combates como si fueran frescas historias de amor.
Nosotros sabemos que volverá. Nadie olvida lo que no se puede olvidar. Somos especialistas en altas cumbres, nuestro oficio es mostrar lo innombrable.
En el principio éramos costureras del alma, remendones del piso de la vida, reanimábamos, dábamos calor y esperanzas. A cuanta inmundicia encontrábamos en el camino ofrecíamos nuestra comida y nuestra casa, teníamos para cada uno las palabras de sus mediodías y las palabras de su noche. Nuestro oficio, en definitiva, era lavarle los oídos a los sordos. La cantidad exagerada de fieles probaba que nosotros éramos unos imbéciles. La cantidad exagerada de enemigos probaba que las pasiones no sirven para nada.
Pero ya era tarde, la carne habría de estallar cuando ya nadie esperaba su estallido. La sorpresa hizo imposible toda defensa. Y conocimos el chiquero y nos dimos cuenta que entre nosotros vivían los miserables.
Los que se comen siempre el pan que no les corresponde.
Los que nunca están dispuestos a hornear el pan que comemos. Los que se aburren por las cosas chicas y por las cosas grandes, digo: los que se aburren en general son los traidores.
Nosotros sabíamos desde el principio que la carne hablaría. Y la carne habló. En voz baja; solo unos pocos escuchamos, y dijo de la muerte y habló de que la piel se resquebraja con el tiempo, que nuestro sistema muscular estimulado constantemente (y no sujeto el estímulo a ninguna LEY) termina por agotarse. Su sentido se pierde en su fatiga.
Ella dijo que todo podía ser gozo, pero que la violencia acercaba a la muerte.
Cuando dijo de la muerte de nuestros padres, dijo la verdad.
Amo mi carne por que en ella se encuentran los secretos de los secretos.
Porque aprendí a amar mi carne en medio del chiquero, digo que desde hoy el misterio de la cifra exacta de mi ser, sólo será para quien comprenda su verdadera dimensión.
A los deportistas les aconsejo apartarse de mi camino, soy para ellos una luz mala.
Impiedad para quienes festejan todas las ocurrencias.
Impiedad para los que repiten el gesto amado en lugar de amarlo.
Impiedad para el que siempre diga que no; es un extranjero.
Impiedad, pura impiedad, para quien confunda nuestra carne con los ensangrentados bofes, que resucitarán, se cree, con la fornicación.
Impiedad, perfecta impiedad, para quien huyendo de nosotros tropieza con nosotros.
Y su voz se perdía entre el chapoteo de nuestros excrementos.
Y la carne dijo antes de morir:
El goce será el encuentro con lo que no soy ni me pertenece; el goce será: el goce de las diferencias.
Si nada altera mi razón, si todo es igual, si ningún latido es diferente, si mi pulso es perfecto, si mis genitales mueren a causa de la quietud, no caben dudas, estamos en presencia de un idiota. Lo aconsejable, armar las maletas y partir. Siempre es mejor partir en la búsqueda de nuevos dioses, que morir entre las ruinas de los templos de un dios que se desploma. Huir no siempre es la orden, sabemos que en medio de las catástrofes se encuentran las almas más puras, nuestras almas fueron encontradas en medio de las catástrofes.

lunes, 19 de octubre de 2009

Aforismo y dibujo de Miguel Oscar Menassa






1545_ Perdurar, todo se fundamenta en perdurar. Un hombre es, si lo consigue expresar, durante siglos.














D 2077


viernes, 11 de septiembre de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO OCHENTA



Escribir es difícil,

releo infinitas veces las 17 páginas anteriores, no puedo darme cuenta quién escribió esas 17 páginas. Ni de quién fue la diabólica idea de juntar en tan pocas páginas tantos personajes. Casi un desafío a la locura. Una idea clara y precisa, demasiado grande para mi cuerpo. Y yo tengo mis vicios: quiero ser escritor, es decir, que todavía no comparto nada con nadie.

Pienso ahora que Catín está muy agrandada, don Cristóbal poco desarrollado, don Miguel demasiado irreal, las otras mujeres en general poco desarrolladas. Y se ve además que no hay un claro proyecto de dónde se quiere llegar.

Algunos locos y varias putas, todo mezclado, no debe alcanzar me imagino, para escribir una novela. Y, sin embargo, y a pesar que todos los personajes están casi muertos, quiero seguir, quiero saber algo más de ellos, me intrigan. ¿Dónde estarán? que ninguno viene a contarme nada, en qué lugar de mi cabeza o de mi cuerpo tengo que buscarlos.

O simplemente se trata de llegar al punto de la multiplicación infinita, ser todos, vivir la vida de todos, contarme a mí mismo. Si quiero escribir acerca del deseo de todos, tendré que ser el deseo de todos. Igual que cuando trabajaba de psicoanalista. Una especie de desafío contra la locura, contra el hambre.

El psicoanálisis posibilita cierto tipo de ilusiones. La escritura siempre te deja solo.

Con los pacientes que se curan, sufren menos o se adaptan, el psicoanalista va llenando su vida. Y el escritor, ¿con qué va llenando su vida? ¿con qué?

Acaso, con el aplauso o la indiferencia. Acaso con la maravillosa insistencia vaginal, de quiero tener al lado mío un hombre famoso. Yo preferiría que se acabaran las bromas. Ocho o diez horas diarias escribiendo a máquina, da lo mismo si es para la gran novela de fin de siglo, o para lamerle el culo a los banqueros. La espalda duele igual.

Lipuskia no estaba tan contenta como al iniciar la lectura del material que yo había conseguido del futuro cercano, estaba como decepcionada. Pero también estaba contenta, porque lo habíamos conseguido, pero con más intensidad, estaba decepcionada por lo que yo había encontrado en el futuro cercano treinta años después, tanto que permaneció veintitrés horas sin mirarme a los ojos, casi se muere.

sábado, 15 de agosto de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SETENTA Y NUEVE



Ella, Diana había cometido un error. Desde el día que había comenzado su psicoanálisis didáctico obligatorio, por consejo de don Miguel, con el doctor Si, no hubo un solo día que Diana no hablara a Catín de lo maravilloso que era el doctor Si. Diana después aprendería con don Cristóbal que el padre es sólo la palabra de la madre.

Catín escapó.

Y desnuda aquella vez ¿recuerdan? sentada en el mostrador del bar gritando: Yo quiero que venga el doctor de mi amiga Diana. El doctor que te enseña a hablar.



Dibujo 1030 (MOM)


viernes, 17 de julio de 2009


DECADENCIAS IMPERIALES

No era el sol esta mañana iluminando el alto de las casas

con esa luz blanco abismal de día nuevo,

provocador de desafíos.

Era una fiera sin astucias, brutal, mordiéndose los dientes,

falsario mariscal de cínica sonrisa rompiendo y usurpando

la historia del hombre y su esperanza.

Tambor de muerte dispersando ecos inmóviles de silencio,

cuando rotarios de la infamia avanzaban

sobre los pueblos yacientes en las calles sin dar creencia

a sueños de derrumbes, mutilación de las culturas,

Bagdad, Beirut, mis padres, mis hermanos convertidos

en polvo de historias sucumbidas,

sin el precio alentador de la venganza.


NORMA MENASSA

domingo, 5 de julio de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SETENTA Y OCHO

-Y conmigo, qué experimento quieren hacer conmigo, acaso el de la puta cósmica. Yo lo único que deseo es que curen a Catín para que podamos volver a vivir juntas.
Carbonero y Sol no era para Diana lo que era para Catín, Para Diana Carbonero y Sol era la casa de los psicoanalistas, una casa donde nadie tenía un claro deseo de vivir o estar en ella, sino más bien una profunda necesidad. Carbonero y Sol era la casa donde te cambiaban el nombre por una cifra, la personalidad por una función. Una especie de taller mecánico de hombres. Carbonero y Sol era el lugar donde si una tenía ganas podía, por qué no, sentirse una verdadera rata.
-Yo antes de conocerlos era un cúmulo de pretensiones, era una mujer hermosa y solitaria y Catín me amaba. Después llegaron ellos y me volvieron loca, primero porque el marxismo de ellos era más apasionado, después me mandaros a psicoanalizar con el infalible doctor Si, me robaron a mi amiga Catín con el asunto que a los locos mejor es agruparlos y ahora me quieren hacer vivir a mí, precisamente a mí que soy una solitaria, con 20 personas mayores y siete niños. Están todos locos.
Yo quiero que me devuelvan a mi Catín, mi dulce amada Catín, la pobre de sentidos, a quien nunca durante cinco años pude arrancar un solo gemido, de goce o de dolor. Ella soportaba todo en silencio. Mis golpes y los consoladores, mis besos y las procacidades y nunca era feliz. Quiero por lo tanto que me devuelvan a mi Catín y la quiero, como ella era antes, muerta.
Una muñeca de trapo, un dibujo sobre una cartulina negra, yo misma era su corazón, su único deseo, su palabra.

domingo, 28 de junio de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SETENTA Y SIETE

El doctor Capo tenía su nivel, ropas de seda, argucias. Una inclinación por los pequeños detalles. Manteles de organiza para las ceremonias nocturnas y a pleno sol en mediodía, cuando en el hombre se anuncia la posibilidad de comerse a sí mismo, él pedía que sobre la mesa en el centro mismo del festín, hubiera siempre un rojo y estúpido clavel, como una mancha de sangre y sus lágrimas, sobre la fotografía de su madre.
Su sexualidad no tenía límites, le daba por comer o por dejar de comer, no paraba nunca.
Ellas estaban asustadas de esa boca sangrante, devoradora primitiva, de esa huella de lo inanimado en el hombre.
Él sabía, y saber era su verdadero mal, que el incesto consumado cobra su verdadera dimensión, cuando me doy cuenta que tampoco era eso que quería tener, lo que tuve.
Una especie de desilusión mortal y sus posibilidades. No sentir, sentir y reprimir, fragmentación del ser (un modo de hablar casi un estilo y una manera de sentir infantil, plena de ternuras y encantos, imposibles de realidad). Desviaciones en el funcionamiento adecuado de los esfínteres, una especie de anarquía incontrolable (Don Miguel diría en este momento sin ley quiere decir sin ley y nadie goza. Si será hijo de puta).
El doctor Capo tenía su nivel, él a don Miguel lo quería muerto. La bienaventuranza para su plan dependía de ese acto casi divino y espectacular, la muerte de don Miguel; su espejo malogrado, un frío intenso en su tibieza, un mar inmenso para su poca luz, una parte de su cuerpo aterrada, una imposibilidad permanente de ser, tan hijo de puta como él, tan loco. Era evidente don Miguel era el jefe de la banda de mutantes y yo, precisamente yo, el doctor Capo, como ustedes saben, vendría a ser otro experimento más de esa diabólica mente; esa mente capaz de las más inverosímiles transformaciones, la mente de un verdadero jefe, y yo su neurótico hasta las últimas consecuencias, no puedo soportarlo. Lo mataré con mis propias manos.

martes, 16 de junio de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SETENTA Y SEIS

El doctor Capo temblaba, estaba claro que toda la cuestión no era por su culo. Que se trataba del culo de la cultura occidental. Un esfínter tejido de aceros y preámbulos. Un gran culo universal bajo cuyos caprichos se organiza (creo haber entendido todo perfectamente) la famosa dialéctica “humana” dicen, del dar y recibir. Del tener y no tener. El doctor Capo verdaderamente emocionado dijo:
-Creo haber entendido todo. El experimento conmigo es que yo conviva entre dos fuegos. Partiendo del orgasmo llegar hasta la muerte. Partiendo de la muerte llegar hasta el orgasmo. Rechazo entonces mi solicitud de una charla a solas con Aurora y pido que se me permita compartir por un tiempo la misma habitación, con Ella, Aurora la profesional del orgasmo y la bella y pequeña señorita Omega, la profesional de la muerte.
Acepto ser el Tupac Amaru del siglo veinte, acepto ser el símbolo del descuartizamiento final, entonces deben saber señores que yo, tengo que ser el presidente.

Un viaje, un largo viaje alrededor de la muerte y la locura.

miércoles, 10 de junio de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SETENTA Y CINCO

-Pido perdón por haber dudado de vosotros (las mujeres aplaudían calurosamente). Dudé de cada uno de vosotros y de mí mismo. Cada hombre era mi enemigo, cada mujer su espía.
Tratando de ocultarme de todos, tratando de que no me robaran los pensamientos, tratando de que no desviaran mis ideas, cuidándome todo el tiempo de la contaminación de los intercambios, contraje hace cincuenta años lo que yo creía y la medicina moderna creía conmigo, una enfermedad mortal. La enfermedad del poder; “la constipación emblemática”. Os agradezco ahora señores, el porvenir que me habéis otorgado, en cuanto a Aurora pido que se me permita con ella, un último intento de rebelión, hablar a solas con ella. Y ahora señores si ustedes me permiten…
-Por favor un momento, doctor Capo, interrumpió don Cristóbal, quiero hacerle antes una pregunta. ¿Cuándo su pene se puso en erección por primera vez en su vida, en su culo, no sintió nada?
-Quisiera reservarme las asociaciones a su pregunta, para el encuentro, que espero ustedes me permitan, a solas con Aurora.
El doctor Capo no daba más. Siempre había un nuevo nivel, siempre otro más. (Y ahora qué quieren con mi culo, es verdad que en el momento culminante con Aurora sentí deseos, también por primera vez que alguno de los muchachos me rematara de atrás. Pero a mí, el culo no me lo van a tocar. Ya cedí demasiado.).
-Ahora quiero que escuchen mis proyectos. Hay en…
-Escúcheme doctor Capo. ¿usted también cree como Alesio que el culo es el órgano de la mejor visión? ¿o un órgano sexual?
Omega es lo que se dice una mujer hermosa, una especie de catapulta a los delirios sexuales. Hay en su pequeño cuerpo una concentración tal de hormonas femeninas, cantidad suficiente y sólo en su pequeño cuerpo como para enloquecer un continente de hombres. Cuando ella hablaba, los hombres permanecían silenciosos, se dejaban llevar por la sirena de Carbonero y Sol, hacia el destino de la carne. Omega era la muerte, su belleza no tenía límites.

jueves, 4 de junio de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y CUATRO

Aurora hacía las cosas bien. Hasta don Miguel sintió celos por ella.
El doctor Capo se incorporó con un vigor desconocido en él. Tomó su pene, erecto por primera vez en su vida, entre sus manos y se lo dio a chupar a todos los presentes. Reinaba entre todos una verdadera alegría. Aurora había estado genial.
El doctor Capo tenía su nivel. Sacó un mapa de su chaqueta blanca y lo colgó en la pared, él tenía sus planes.

miércoles, 3 de junio de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SETENTA Y TRES

- Yo tengo que ser el Presidente.
El doctor Capo tenía su nivel. Él, don Cristóbal, el doctor Si, don Miguel y Alesio, parecían iguales, quiero decir como hermanos. Hablaba uno o bien hablaba cualquiera de los otros y nunca sacaban ninguna conclusión. Entre ellos lo importante era hablar, las conclusiones venían solas.

-Yo tengo que ser el presidente.
El doctor Capo tenía su nivel.
El tiempo de las arenas en el rostro, el tiempo de los oscuros rostros demenciales, el tiempo donde él y su doble eran una sola persona. El tiempo de la bicicleta mortal, de la máquina succionadora, del sórdido trapecio del viejo circo en su mirada.
Un alucinado por el poder de las transformaciones, un bosque de leche incendiado por el amor. Locura y belleza eran para él los límites del poder, ya que lo humano, nos decía, no es semejante a nada.
-Yo tengo que ser el presidente.
Soy el nivel más alto de lo humano, el grado más alto de imperfección. Del primitivo, del primordial encuentro de la Naturaleza con la Cultura, yo soy, el único sobreviviente, el empecinado, el que quiere vivir.
El que todo lo quiere para todos. Una fina estrella entre mis dientes y el hondo ronquido del mar, te recuerdan…
El doctor Capo, tal vez presintiendo la importancia de sus palabras, o el aburrimiento de alguna mujer, murió en silencio. Una muerte natural, cotidiana. Una especie de muerte atascada, una necesidad de repetición. Antes de morir le pidió a Aurora que lo masturbara y nada más.
Todo podía haber terminado allí tranquilamente. El doctor Capo podría haber muerto tranquilamente esa misma noche y junto con él, el poder. Pero ése no habría de ser nuestro destino.
Aurora haría lo imposible por no dejarle morir. Don Miguel ya se lo había dicho, -A don Capo te lo tenés que coger, basta de paja, porque se nos va a morir.
Aurora comprendió. Nostálgica perdida entre los viejos juguetes, como si fuera una severa institutriz.
Aurora la mujer de los sagrados hielos eternos, la congelada por las emociones, nuestra mujer sensible, la productora de placer sexual en los hombres, a sueldo.
Nos conocía a todos. Su ternura era incalculable.
Y el milagro fue luz entre sus piernas, aurora marina, emblema de la caridad y la lujuria. El doctor Capo, no podrá resistir esta vez. Su cuerpo será nuestro.

sábado, 30 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SETENTA Y DOS

A Catín siempre le interesaba otra cosa y Corazón de miel, preguntó.
A Corazón de miel, siempre le pasaba lo peor. Nadie la quería, todos la perseguían, pero ella era fiel. Amaba sobre todo el corazón de las cosas. La miel del corazón. Quiero decir, tenía una pasión perpetua por los mínimos detalles. A Corazón de miel, a pesar de los consejos de don Miguel, le gustaba gobernar, quería imponer como moda y obligación: el amor. Estaba loca.
Pero ayer a la noche, insistió Catín, ayer a la noche cuando don Miguel me rompía el culo, ella ¿qué hacía?
Ya te lo dije Catín, ya te lo dije, a Corazón de miel le gustaba gobernar, estaba escribiendo. Al principio colaboró un poco, trajo la vaselina y creo que te dio un beso en la boca a vos y después de fue a escribir. Pero a vos te quiere, siempre habla con cierta ternura cuando habla de ti.
Y ahora ¿qué te pasa Luisa? ¿Acaso Corazón de miel a ti no te quiere? Me teme, el otro día cuando estuvimos con Alesio las dos, no me dio un solo beso como la gente y, después, cada vez que me tocaba la concha parecía que tocaba mierda, con la punta de los deditos y sin respirar. Con Alesio follaron bien. Clásico, con algunos golpes. Pero a mí, me teme.

lunes, 25 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NUMERO SETENTA Y UNO

A la mañana siguiente despertó en la habitación de Luisa y Alesio. Le dolía un poco el culo y comentó con Luisa el dolor y Luisa comenzó a reírse como una tonta y Catín muy sorprendida preguntó qué había dicho. Mira nena, le dijo Luisa, ayer hiciste un escándalo. Después de la reunión donde se decidió tomar Europa, nos quedamos charlando Alesio, corazón de miel, tú y yo. Vos enseguida te pusiste a gritar que te morías, que no te dejáramos morir y después con una insistencia, que sabes que a don Miguel no le gusta, le pedías que te cogiera por el culo para salvarte la vida. Creo que al final don Miguel aceptó. Estuvieron en esta habitación, vos gritabas mucho, parecías virgen de ahí, te dolía, él te decía que bueno, que entonces lo dejaran. Chúpame la pija, te dijo en un momento, o podemos tomar un cafecito. Pero vos, parece, estabas repirada. Llorando insistías: no importan don Miguel, reviénteme, pero no me deje morir. La verdad no sé si don Miguel pudo o no, luego vos llamaste a Alesio que estuviera con nosotras y estuvo y fue bárbaro, pero por esa cosa de los gritos y los llantos, nos cobró diez mil pesetas.

domingo, 24 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SETENTA

-La sexualidad de las “Familias Ampliadas” terminará siendo absolutamente diferente a la sexualidad llamada normal, quiero decir llegará a lugares a veces ni siquiera previstos y cuando previstos, prohibidos por la cultura. Por lo tanto nuestra sexualidad, tiene derecho a la clandestinidad. Hagamos menos ruido. El mundo nos escucha.
Todos dejaron el comedor en silencio y en pequeños grupos fueron entrando en habitaciones diferentes.
La escena del ascensor estaba a punto de ser vivida por ella nuevamente. Catín se animaría y hablaría esta vez, todo delante de todos. Pero sin embargo las vivencias eran placenteras y se dejó estar. Fue apoyando su cuerpo lentamente contra el cuerpo de Corazón de miel.
Catín sabía lo que buscaba, Corazón de miel, haría de viejita y don Miguel o Alesio, por unas pesetas, haría del otro yo del doscor Si.
Todos ería maravilloso. Con la cabeza sobre Luisa y sus piernas encogidas sobre las piernas de Corazón de miel, Catín se quedó dormida.

martes, 19 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y NUEVE

-Hablo también de la sexualidad, hablo también de la genitalidad, querida Alfa, deben fluir en nuestra casa entre todos sus habitantes todo el tiempo, cumpliendo como única condición, por ahora, que ni siquiera nosotros mismos nos demos cuenta.
Quiero decir que si Alfa necesita hacer el amor, con Juan el muerto más de una vez por mes, me parece bien que le traigan a Juan el muerto, más veces por mes, del cementerio. Lo que me parece mal es que además quieran publicarlo en el diario.
-Y acaso no sería maravilloso salir en todos los diarios (se le había dado una posibilidad y Alfa insistía) se imagina don Miguel con las fotografías, yo desnuda entre gusanos y las chicas y el olor a podrido y usted y los muchachos bailando alrededor del cajón, y todo, don Miguel, no le parece maravilloso y digno de ser publicado, todo para curarme. Don Miguel hablaba pausadamente. Todos tenían su razón. Todos su locura.

sábado, 16 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y OCHO

Don Miguel hablaba pausadamente, su voz no era la misma que cuando regaba las plantitas, hoy hababa sin mirar a las mujeres.
-La cultura comenzará su represión. Esta vez tampoco viviremos en paz. De la intimidad que consigamos para nuestros deseos y sus realizaciones, depende todo.
Catín interrumpió, no aguantaba más.
-No puedo soportar el movimiento de tus labios Miguel, nunca sé lo que dices, con el doctor Si, me pasa lo mismo, nunca sé lo que dice, sólo escucho el murmullo del mar, y contigo –perdón señoras- mi amado, cuando hablas, me siento una de esas estrellas lejanas e inalcanzables que quieres conquistar.
Don Miguel hablaba pausadamente, Catín no lo irritaba, Catín siempre moría entre sus brazos, entre sus brazos Catín era feliz.
-Los intercambios corporales, también son intercambios éticos y por ahora en España eso es imposible. Dentro de la dialéctica del cielo y del infierno, nosotros –los mutantes- siempre seremos delincuentes.
-Qué nos estás diciendo ¿Endogamia? ¿Clandestinidad?
Don Miguel hablaba pausadamente. Hoy todo le venía bien. Hoy sin duda tenía todo preparado.
-Quiero decir simplemente que en este momento del proceso, debemos mostrar nuestro saber y que el único testimonio de nuestras vidas deben ser nuestros escritos.
-Y yo que soy pajeras, qué hago en esta casa, porque parece que aquí, sólo pueden vivir escritores.
Alfa era nuestro corazón sangrante, nuestro luto, una muchacha atada a los vacíos; amante de Juan, el muerto. Ella estaba autorizada a decir cualquier cosa en cualquier momento. Era una asesina. Mataba con la concha. Padecía de la fiebre del Nilo. 40 ó 50 orgasmos en un día, a veces no eran suficientes. Con Juan pasó, que la guerra le fue quitando fuerzas, quiero decir, entre la guerra y ella, lo mataron.
Don Miguel hablaba pausadamente, todo era verdad y todo era mentira, él sabía que las dudas estarían hasta el final; todo era delirio, todo era realidad. Todavía no era bienaventuranza, todo era dolor.

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y OCHO

Don Miguel hablaba pausadamente, su voz no era la misma que cuando regaba las plantitas, hoy hababa sin mirar a las mujeres.
-La cultura comenzará su represión. Esta vez tampoco viviremos en paz. De la intimidad que consigamos para nuestros deseos y sus realizaciones, depende todo.
Catín interrumpió, no aguantaba más.
-No puedo soportar el movimiento de tus labios Miguel, nunca sé lo que dices, con el doctor Si, me pasa lo mismo, nunca sé lo que dice, sólo escucho el murmullo del mar, y contigo –perdón señoras- mi amado, cuando hablas, me siento una de esas estrellas lejanas e inalcanzables que quieres conquistar.
Don Miguel hablaba pausadamente, Catín no lo irritaba, Catín siempre moría entre sus brazos, entre sus brazos Catín era feliz.
-Los intercambios corporales, también son intercambios éticos y por ahora en España eso es imposible. Dentro de la dialéctica del cielo y del infierno, nosotros –los mutantes- siempre seremos delincuentes.
-Qué nos estás diciendo ¿Endogamia? ¿Clandestinidad?
Don Miguel hablaba pausadamente. Hoy todo le venía bien. Hoy sin duda tenía todo preparado.
-Quiero decir simplemente que en este momento del proceso, debemos mostrar nuestro saber y que el único testimonio de nuestras vidas deben ser nuestros escritos.
-Y yo que soy pajeras, qué hago en esta casa, porque parece que aquí, sólo pueden vivir escritores.
Alfa era nuestro corazón sangrante, nuestro luto, una muchacha atada a los vacíos; amante de Juan, el muerto. Ella estaba autorizada a decir cualquier cosa en cualquier momento. Era una asesina. Mataba con la concha. Padecía de la fiebre del Nilo. 40 ó 50 orgasmos en un día, a veces no eran suficientes. Con Juan pasó, que la guerra le fue quitando fuerzas, quiero decir, entre la guerra y ella, lo mataron.
Don Miguel hablaba pausadamente, todo era verdad y todo era mentira, él sabía que las dudas estarían hasta el final; todo era delirio, todo era realidad. Todavía todo era bienaventuranza, todo era dolor.

viernes, 15 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y SIETE

Busco, sigo buscando entre las esperanzas de un recuerdo.
Ato mi razón, descuelgo de ella un sinsentido.
Te escribo.
Dejo pasar entre las teclas de la máquina los afectos más reprimidos. Hoy estoy ágil como una paloma entre los buitres. Como una paloma a punto de ser decapitada por la paz.
Soy todavía blanco en la esperanza de ser múltiple, y sin embargo un ajetreo en mis entrañas anuncia el espacio nocturno para mis ojos, fuera de mí, volando a ras del cielo, desorbitados, a punto de caer.
Inmaculado licor, entre tus piernas de gacela perdida, de gacela abierta a los manantiales, de gacela estropeada por la civilización.
Busco entre los recuerdos una esperanza y no encuentro recuerdos.
Desbaratado plan el de mis locas intenciones.
Escribir también contra mí mismo. Tanta locura. Tanta alegría en medio de tanta locura, más que tocar fondo, me elevo desesperadamente entre los astros. Espuma de cielo, me dejo comer por el vacío.
Soy una de las últimas astillas de la tierra, ya no puedo volver, ni detenerme. Hacerme fuego, es mi destino, incendiar, también, el universo.
Fresas y fresnos marinos, ínfimo trópico de deseo. Aleteo fugaz contra las olas y también contra el viento. Me imagino tantas veces sentado en una silla para siempre, ligando el mundo entre mis letras. Páginas como gigantescas olas oceánicas.
Lento devenir, entre las letras como si fuera entre montañas y valles del sol y los ríos cortando por el medio toda una ciudad.
Tejo una red de versos incalculable.
No haga ningún esfuerzo, escapar es imposible.
Teja conmigo amablemente.
Lo grande sólo asusta a los solitarios. Deje que sus ojos se vuelen de sus órbitas. Hágase universal, recorra el espacio celeste, fuera de sí.
Cielo y vértigo para sus ojos desorbitados.

martes, 12 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y SEIS

Luisa es hermosa, y me mira dulcemente y parece no vivir en la casa. Hablaré con ella primero del episodio del ascensor. O bien podría hablar con Alesio y si no mejor, esperar hasta mañana, tendría que poder soportar, todo el mundo soporta un plus de imaginación y como dice don Miguel algo que le pasa a todo el mundo no vale la pena ser calculado. Esperaré hasta mañana.
Catín veía mal.
Luisa era precisamente la reina y no era hermosa, era inteligente.
120 años al lado de don Miguel habían transformado su cerebro definitivamente. Había nacido entre la humedad de los pastos y el suave aroma del estiércol secado por el sol. Luisa era ciega, se guiaba por sus sentimientos. Y se parecía a Catín, en que a veces como le pasaba a ella, le gustaba todo, todo le hacía bien y era feliz. Su vagina era una máquina perfecta. Había hecho el amor un billón de veces y solamente tres veces no tuvo orgasmo, y todo en versión tristeza, cuando murió su madre, cuando murió su padre, cuando murió Gardel. A Catín no le pasaba lo mismo. Había podido solo con un hombre.

domingo, 10 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y CINCO

Llamar a la puerta de Carbonero y Sol, siempre era motivo de nervios para Catín, saliera lo que saliera de la casa, ella sufriría una emoción violenta, si alguno de los niños, porque los niños en general aman a las locas como yo. Si don Miguel, el susto sexual de la semana. Si alguna de las mujeres de la casa, todas me besan en la boca. Y a mí, me da miedo. Y cuando la casa está sola, aparece el solitario y silencioso don Cristóbal, siempre tratando de descubrir algo. Él, me irrita.
-Hola Catín.
-Hola don Cristóbal, ¿no hay nadie?
En el patio esperaba a Catín una sorpresa, estaban todos los de la casa y además cuatro desconocidos. El único que se quedó en el límite entre el patio y la casa, fue don Cristóbal, él, era evidente, necesitaba el patio para su silencio, la casa para su soledad.
El resto, incluida Catín y Bartola (el gato de dos colores) todos sentados alrededor del gran cantero central del patio. Todos muy serios. Catín temblaba.
Don Miguel gritaba como cuando hacía el amor; hoy se debe tratar de algo muy serio. Mientras Catín hacía esfuerzos por llegar a entender alguna palabra, el rey del amor, el magnate de las caricias, el increíble doctor Si, abandona su lugar para ir a besar aparatosamente a Catín, que soporta en silencio sentir que la respiración de él, es la misma que la respiración del ascensor. Tiene miedo, desconfía de todos, sólo la mirada de Luisa la sostiene, el resto muy interesado en los planes cósmicos de don Miguel, para las ambiciones cósmicas. Catín está desesperada en esa casa están todos locos, ahora, también, don Miguel, quiere conquistar las estrellas.

sábado, 9 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y CUATRO

Carbonero y Sol era para Catín, la casa de los escritores. Ella no podía sospechar siquiera, que don Miguel, su amado don Miguel, fuera precisamente uno de los cerebros más importantes de la banda de mutantes, y jefe directo de su propio psicoanalista, el doctor Si.
Carbonero y Sol era una caja de Pandora, todo era posible, y Catín lo sabía.
(Don Miguel era un hombre maravilloso, pero también era raro. Cuando hacía el amor era un animal feroz, una vertiente oceánica, después el resto del tiempo parecía, la mayoría de las veces, un idiota, decía siempre que sí, a cualquier proyecto le dice adelante, como si nada le importara. Una le habla del amor, te dice que no existe y sigue regando sus plantitas. Uno le habla del poder, y él dice que el poder a veces, un poco antes de la verdad, pero que de cualquier manera para los jóvenes y las mujeres en general es mejor el goce y sigue regando las plantitas. Él no tiene edad, de espaldas regando sus plantas un poco encorvado o cuando levanta una moneda en el patio, un viejo de setenta años y no le queda mal. De perfil mirando el horizonte es un hombre tal vez interesante. Desnudo su cuerpo siempre tiene la edad del cuerpo de la mujer que lo acompaña. Haciendo el amor con ese cuerpo de muchacho joven, o bien él me lo hacía creer así, con ese cuerpo sin tiempo, volé, volamos todo lo que quisimos y volando, aunque nadie lo crea me dijo que me amaba.)

jueves, 7 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y TRES

Catín era una amante de la libertad, cerró sus ojos y se quedó dormida. Cuando despertó todo había pasado, las luces y el frío de la calle, terminarían haciéndole bien. Diana ya no estaba.
¿Delirio o apasionada perversión? Tal vez ahora nunca lo sabré. Tal vez mañana cuando se lo cuente al doctor Si, él seguramente se burlará de mí. Tal vez esto será una tontería más, esas cosas que tengo. Mañana me bañaré e iré a la peluquería, le pediré los perfumes a Diana, todo irá bien, soy feliz, él se pondrá contento.

domingo, 3 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y DOS

Catín se vistió rápidamente, ella siempre respetaba mi tiempo y además desde que habíamos comenzado nuestra relación, Diana la esperaba en la puerta del consultorio. Catín apresuró el paso hasta el ascensor, normalmente lo hacía, prefería no hacerla esperar, Diana era celosa, una mezcla de yegua moderna y señorita clásica. Siempre vestía bien, olía bien, hablaba dulcemente, no se tiraba pedos cuando hacía el amor y por sobre todo amaba a Catín apasionadamente y ese amor era, su única locura. Y sin embargo, Catín ese día burlaría su vigilancia y no porque así ella lo hubiese programado. Fue el día de los ascensores. El ascensor en el que ella viajaba se detuvo entre el octavo y noveno piso, quedándose a oscuras, con ella viajaban dos personas más un hombre joven y una mujer anciana.
Catín: Me muero.
Hombre Joven: La puta madre.
Mujer Anciana: Santa Catín ayúdanos.
C: (Angustiada), llorando, con voz trémula. ¿A mí me habla?
H.J.: Por favor señorita, por su voz se ve demasiado joven, ni puta ni madre, tal vez una persona nerviosa.
M.A.: La voz de este muchacho e parece a la de mi hijo Esteban, ahora más que nunca Santa Catín ayúdanos. Líbranos de todo mal.
C: (Por instantes se me parece claro, estoy encerrada en un espacio pequeo, oscuro, con una vieja de mierda y un psicoanalista. Escucho a la viejita rezar en voz baja. Y la respiración del psicoanalista parece una respiración conocida. ¿Será acaso el doctor Si, me muero de excitación, no podré soportar mucho tiempo más y la viejita no será acaso mi mamá? Tengo que contestarle a alguno de los dos o pensarán que estoy loca). Mirando hacia el rincón del psicoanalista -¿existe el mal? Y luego antes de dar tiempo a contestar, y dirigiendo su voz hacia el rincón de la mujer anciana –Señora a mi edad, usted todavía era virgen.
M.A.: Me siento mal, tengo recuerdos de su edad, siento un inmenso calor abajo, como brasas, por favor señorita abráceme, me mareo, no me deje temblar que me desintegro. Qué vergüenza, señorita, qué vergüenza, sentir estas cosas a mi edad.
H.J.: (Está clarito, todo clarito, estoy encerrado en un ascensor a oscuras con dos locas, ésta es una buena oportunidad).
C.: (Ahora estoy absolutamente segura que esa es la respiración del Doctor Si, y para colmo la viejita sigue toda apretada a mi cuerpo, está muy caliente y al temblar, me excita, todo me gusta, todo me hace bien, soy feliz. Tengo que animarme a pronunciar su nombre en voz alta). –Es usted el doctor Si.
H.J.: De ninguna manera señorita soy el otro yo del doctor Si y esa pobre viejecilla que acaba de tener su último orgasmo entre sus brazos, quiero decirle, sin que usted lo tome a mal, que esa viejita de mierda que acaba de morir entre sus brazos, o que está a punto de morir, es mi madre. Ayúdeme a desnudarla, señorita, puede ser que todavía le quede un resto de vida. Yo tengo mis derechos de intentarlo todo para salvarla, soy su hijo. Por favor, mastúrbela señorita, que yo, me la cojo por el culo.

viernes, 1 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y UNO

-Y mis ojos doctor, ¿qué pasó con mis ojos? Cuando nos vimos por primera vez te gustaron mis ojos. Perdón, me dejas que te tutee? Me gustaría poder llamarte por tu nombre, decirte que de aquel primer día lo recuerdo todo, hasta tu cara de sorpresa al entrar y verme desnuda sentada en el mostrador del bar y gritando como una loca: quiero que venga el doctor de mi amiga Diana y después el instante de la verdadera entrega. Entre mis últimos gritos pidiendo por el doctor que te dejaba hablar, Diana y tú me vistieron y me llevaron a tu consultorio. Armamos para fumar. Todos tus movimientos eran seguros. Te sentaste en el suelo con las piernas cruzadas y mirando mis ojos, no los de ella, mirando mis ojos, preguntaste ¿y bien? y te empezaste a desvestir y tú eras yo, en el bar, hacía unos minutos. Y me resultaba ridículo verte sentado en tu escritorio como yo en el mostrador, y con una mano apretándote el pezón izquierdo, que tiempo después me enteraría por tus libros, era tu pezón más sensible y con la otra mano tocándote el pene, que después vendría a ser el pene más grande de mi vida y mientras Diana (pienso que verdadera iniciada en esa época) seguía preparando unos pequeños cigarrillos, que después fumábamos los tres con fruición hasta que caí adormecida entre tus brazos. Soñé lo indecible. Me metías en medio del goce más perfecto que nunca más sentí, y en el mismo instante, dos dedos en el culo, el pene en mi vagina, con una mano me cerrabas la boca y con tu lengua y con tu lengua, atacabas sin piedad mi oído derecho y Diana agarrada de mis dos tetas y chupándome la otra oreja, me demostraron entre los dos que mi enfermedad mental, era el taponamiento crónico y terminó la primera entrevista. Bajando los tres en el ascensor miraste mis ojos otra vez más. Estoy segura, te gustaron. Quiero saber si te gustaron.
-Sus ojos, sus ojos ya no existen. Continuamos la próxima.

miércoles, 29 de abril de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA

Vivo en Madrid y prometo pagar mis impuestos. Es decir que la vida de todos los habitantes de Madrid, me pertenece. Y sepan que soy, un experto en monólogos. Un hombre capaz de hacer de tripas, corazón. Tengo dificultades con los diálogos y no puedo describir bien los espacios donde acontece el tiempo, la palabra o la simple acción. Es decir tengo ciertas dificultades para ser un novelista. Me sería más fácil esta tarde de octubre y de domingo, dar un paseo por el patio de la casa, o tal vez animarme y salir y caminar por Vitruvio hasta la Castellana y encontrar en ese caminar algo saludable y tal vez una mujer roce mi mano sin darse cuenta, en el otoño, y cambie mi destino. Es decir quiero lo que quiere todo el mundo, una mujer que me transforme de hombre pobre bastante inteligente, en un esclavo distinguido, quiero decir en un esclavo de su amor, en el genio maligno que crece con los desperdicios, con los pequeños trozos olvidados.
El ilusionista, el que siempre te la hace crecer. Caminando por la calle Vitruvio, tal vez una mujer, tal vez un viento huracanado contra las paredes de la casa. Una mujer que haga que todo tiemble, porque llega el amor.
-Yo soy esa mujer, bienamado doctor.
(Catín hablaba por primera vez en un año. Tenía sus ojos en descomposición y tal vez, por qué no, algo vidriosos. Catín no lloraba nunca. Ella prefería callar. Ella prefería escuchar mis largas conferencias acerca del amor, en silencio).
-Yo soy esa mujer, bienamado. La del silencio por propia voluntad.
(Catín hablaba y se esforzaba por hablar. Sus ojos ametrallados por la vacilación, y su voz, un aullido entre animal y loco, un tono perfecto para el amor, un semidesgarramiento cercano a la mendicidad.).
-Yo soy esa mujer. La del silencio por propia voluntad. Callé por odio. Sólo tenía ganas de matar. Mil veces tuve su cuerpo entre mis garras y arrancaba con ferocidad los trozos de su cuerpo para meter mi cabeza en el propio centro del desgarramiento y la sangre era todo el colorido y usted, era mi madre.
(Catín hablaba y moría en cada palabra. Catín, mi pequeña y adorable Catín, mi pequeño animalito de los bosques, adiós. Nunca tan quieta como hoy, nunca tan muerta. Y Catín entonces resucitaba y su voz, restallaba ahora entre las más altas cumbres de mis oídos, los timbres más altos. Me gustaría estar contigo, Catín, en el desierto. Nunca soporté bien tus gritos en medio de la ciudad).
-Mi pequeño, mi cálido y tonto doctor. Esta vez me di cuenta. Usted está enojado. En el último paréntesis no mencionó el estado de mis ojos, seguramente nublados, esta vez, por el odio y sin embargo en lo profundo de mis ojos había –y esto sí, es verdad, porque usted me miraba- un inquietante párrafo de amor. Contésteme doctor, un año sin hablar es mucho tiempo. ¿No estará tomándose la revancha? Cuando usted hablaba, yo lo amaba. Yo soy esa mujer, la que involuntariamente lo amó en silencio pero y mi cuerpo, acaso mi cuerpo no bastaba. Acaso usted no se daba cuenta del estremecimiento de mis órganos, de la delicada suspensión de mi aliento en inspiración profunda, de la dirección de mis pechos, siempre apuntando a su corazón.
(Sabía pero no sabía, cuantas veces mi pene se elevaba como si fuera un periscopio fatal, invitándome sin más a la investigación última y, sin embargo, preferí el silencio. Hablar de qué, ahora que estuve enamorado todo un año del fuego de tus ojos, que nada me importaba, ni tu silencio, ni tu locura, ni siquiera las pequeñas gotas de sudor entre tus piernas. Sólo me importaba ese resplandor, hubiera dado cualquier cosa para que no se apagara ese fuego. Hablaba, sólo para eso. Cómo confesarte la verdad, cómo decirte mi pequeña Catín que un año fue tiempo suficiente para matarte.).

jueves, 23 de abril de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA Y NUEVE

El terror de las vides, el segador de los más bellos racimos. Soy, la puesta en escena del mundo moderno, quiero decir una especie de culo al aire libre.
Haré conmigo, contigo, con ellos, con nosotros y con ella, todo lo que quiera.
Catín y Diana se besan alborozadas, han recuperado su libertad y entre ellas don Cristóbal, arrodillado con sus rodillas separadas y la cabeza en extensión peripatética, como un sereno y silencioso bailarín, consiguió con un solo y mortal movimiento, un aullido de Catín y en el mismo instante un temblor de Diana. Su voz sonaba ahora clara y cristalina, don Cristóbal había podido en ese gesto único e irrepetible, quiero decir que si se repite los resultados siempre son otros, unir sus partes. Podría, a partir de ahora si lo deseara, enloquecerse en un solo sentido, llegar hasta el final.
Quiero sumar, el hombre tiene que aprender a sumar. Cualquier historia con cualquier historia, cualquier amor con cualquier amor.
El sexo y la gloria se parecen, no pierdan ninguna oportunidad. Soy producto de una conversación entre amigos, una lenta conversación con hombres y mujeres, una especie de deseo grupal, una especie de tulipán sangrante entre las manos de un niño cruel. Poderosa magia grupal, instrumento preciso de transformación, que de la nada hará un novelista. Se trata simplemente de generar olores, hasta llegar al olor perfecto, al sensitivo aroma, al pluscuamperfecto perfume, del culo de mi madre. Desde allí, la visión de los entretelones será total.

sábado, 18 de abril de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA Y OCHO

Lo tuyo, para decirlo de alguna manera es una especie de estúpida responsabilidad.
-Pero don Miguel ¡carajo! no quiero ser novelista, ya es suficiente, mostré que podía, ahora basta.
Alesio siempre contestaba bien, él era nuestro producto más puro, el hombre que más cerca estaba de nuestra infernal creación: “La estupidez iluminada”.
-No joda más don Miguel, eso es lo que usted quiere que diga de Alesio, pero yo no quiero ser un novelista. Algo muy serio ha ocurrido en mi alma en los últimos años, ya no siento deseo de ser único, ni tampoco el mejor, siento, don Miguel, que mis ambiciones son cada vez mayores, no quiero más ser inmortal, quiero ser feliz.
Más allá del amor, más allá del bien y del mal, más allá de la cordura y de la locura. Quiero ser feliz.
-Bien ya lo eres, continuó don Miguel, eres un novelista, un conocedor de los límites, un amante del tiempo perfecto.
Quiero decirte querido Alesio que el orgasmo a tiempo no es un ritual, sino más bien una poderosa arma contra la muerte.
-Vamos don Miguel, vivir no es ningún compromiso. Y no me venga a decir que puedo hacer con mi cuerpo lo que quiera, porque eso ya lo sé. Y no me rompa más los cojones, con eso, que usted por su parte ya decidió vivir 200 años.
-No diga tonterías, Alesio, el tiempo no existe. Primero ame desesperadamente cualquier cosa, el resto es fácil; dejarse llevar por los perfumes, por los colores más superfluos. El precio, ya lo sabemos, Alesio, el más alto, la vida misma, un cambio definitivo de destino, un nunca jamás seré aquello. A ver Alesio, repita conmigo, Adiós papá… a ver junto conmigo, sin miedo usted no es el único responsable.
-Adiós papá, basta de olivos y de sueños, la verdad me espera. Y contigo mamá nada de adioses, él me lo dijo todo. Sé que no eres única. Convivamos en paz. Adiós mi pequeña escuela primaria, adiós mi gran premio nobel, adiós. Yo soy Alesio, el novelista.

lunes, 13 de abril de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA Y SIETE

La confabulación fue precisa y ahora tengo que ser yo el que diga la verdad, o la mentira y para colmo, don Miguel cuando me palmeó las espaldas el otro día, me dijo adelante, pero lo que sea, tiene que ser lo último. Una lágrima de Luisa y un fuerte apretón de manos de don Cristóbal, me indicaron claramente, que la poesía por ahora no sirve para nada y que era mejor que me dedicara a la novela.
Estoy desesperado, hacer de hombre perfecto, me desagrada. Prefiero para mí las imperfecciones de la carne. Las largas caminatas con Luisa o con don Miguel, o bien aquel rubio verano, donde toda la algarabía fue el encuentro con los amigos. Y ahora siempre desde hace un tiempo me pregunto ¿estaremos reprimiendo algo, o somos realmente felices? Tal vez estemos reprimiendo algo, dijo don Miguel, pero eso a quién le importa. Querido Alesio, la historia se entretiene con cosas bastante distintas de las que entretienen al hombre.

sábado, 11 de abril de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA Y SEIS

29 de octubre de 2007, Madrid
-Es incalculable el dinero que hemos gastado hoy con tanto psicoanálisis gratis.
Alesio, vivía y no vivía.
Su función tenía que ver con algo referido al dinero, al trabajo, su medida. Para cumplir su función hacía setenta años que se lo mantenía fuera de toda contaminación con respecto al dinero. Ni darlo, ni recibirlo.
Alesio, vivía y no vivía, era perfecto. Una especie de milenario encantador de serpientes. Un hombre entre hombre, una mujer entre mujeres.
Pido un paréntesis para tratar de decir lo que me pasa en estos momentos (comienza a estar claro que mi nueva personalidad es ser Alesio, el novelista y cómo hago para hablar de mí si yo no me conozco. Desde hace siglos estoy sentado en el sillón de la izquierda, debajo de la ventana, siempre mirando para afuera de mí. Conozco, es verdad, el valor, el tono, el verdadero precio, de cada combinación producida por el otro. De mí nunca supe nada, nunca sentí o supe tener una sola idea en la cabeza. Siempre fue todo demasiado fácil, se trató siempre de escuchar. Tarde o temprano, alguien me diría la verdad, tarde o temprano alguien dirá la última mentira).

jueves, 9 de abril de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA Y CINCO

Dormí, creo, unas horas. Todo pasaba demasiado rápido.
Dormir y desmayarme, eran desde que me había encontrado con Lipuskia (como yo la llamaba) estados parecidos a dormir y desmayarse, pero distintos. Algo así como desintegrarse, para volverse a integrar siempre en otro tiempo, y en otro espacio. Sería porque ya me había ocurrido varias veces, que ahora al despertarme, quiero decir integrarme, prefería tener los ojos cerrados, para irme adaptando de a poco a lo que sería la nueva situación. Esta vez no hubo tiempo, Lipuskia estaba muy nerviosa, abrí los ojos, me gritaba, por primera vez me gritaba, abrí los ojos, amor, amor, lo conseguiste, abre los ojos que quiero, vibrar en tu armonía.
Abrí los ojos, y la emprendí a cachetazos limpios, esta vez ella era una verdadera mujer, en lugar de reproducirse como una alimaña, lloraba y se reía y me besaba las manos después que yo le pegaba, y me decía mi amor, lo conseguiste.
Lo de anoche fue horrible, le dije, no quiero volver más a esa casa, además había envejecido, treinta años, y hasta creo que tenía hijos. Lo conseguimos mi amor, lo conseguimos.
Ayer, no te preocupes, no pasó nada malo, ayer, volaste al futuro cercano, ese hombre que eras anoche, serás.
Dejé de golpearla, porque ya era suficiente maltrato el que ella me daba a mí. Y sin saber todavía de qué experimento se trataba, la tiré sobre la cama las 20 páginas que había robado en el futuro cercano al novelista Alesio. Lipuskia era muy feliz, yo casi no existía para ella. Lió nerviosa tres o cuatro pitillos de hierba y comenzó a leer:

lunes, 6 de abril de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA Y CUATRO

Un hombre rubio, alto de ojos claros, en pantalones negros y la parte del torso desnuda, subió por la escalera de dos en dos los escalones como si estuviera apurado por algo. Por el beso del joven, del adolescente y de la mujer morocha, estaba claro que todos se besaban. Probaría con el próximo de besar yo también.
Un hombre de unos treinta y cinco años, en el patio se dirigió a mí como si fuera cosa de todos los días y me dijo si había visto el aviso en el diario, y qué bien lo habían sacado y en qué página, yo dije que sí con la cabeza, pero en verdad no sabía todavía de qué se trataba. Después seguramente miraría el diario y me enteraría, avisos de qué ponía esa gente en los diarios. A pesar de la propuesta de besar al próximo habitante de la casa que apareciera frente a mí, con este hombre, sólo bastó un saludo cordial. Lo que quedaba claro en todos los casos es que esta gente vivía conmigo hacía muchos años. La confianza que tenía entre sí la gente de esa casa era extraordinaria. El hombre del aviso en el diario, tomó delicadamente el cigarrillo que yo tenía apagado en la boca y lo encendió, dio dos o tres pitadas y me lo devolvió. Yo no dije nada, estaba dispuesto a aceptar todo lo que fuera costumbre en esta casa.
Aspiré profundamente el humo como si fuera la primera vez que fumaba. Tosí con la primera bocanada y nadie dijo nada, sería costumbre toser, me dije y volví a la pieza. La pieza estaba más arreglada que antes de mi paseo por el patio.
Una mujer embarazada, entró en la pieza llevando una bandeja con bebidas frías, me dejó un baso en el escritorio y salió en silencio.
Antes de salir me besó en la frente. Cerré la puerta detrás de ella y me tiré en la cama a dormir.

miércoles, 1 de abril de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA Y TRES

Hablar en voz alta delante de esa gente era la prueba máxima por la que debería pasar.
Yo a ellos los entendía bien, a pesar de no saber de qué hablaban, era claro que hablaban el mismo idioma que yo, en mi país natal.
El patio era fresco, un patio en escuadra, con una piscina para niños de plástico, indicaba el estado casi de indigencia de esta familia, ya que en verano, yo lo recuerdo de mi barrio, las familias iban al mar. Unos sillones de jardín viejos y sin almohadones, y varias sillas de madera pequeñas hablaban de que en esa casa eran privilegiados los niños a los mayores, cada niño tenía su silla en el patio, cada adulto no tenía su silla en el patio.
Me pues el cigarrillo de marihuana en la boca y me senté en uno de los sillones. Me dije que esa sería una buena manera de averiguar, por lo menos si en la casa además de mí, había otra persona que fumara marihuana.

domingo, 29 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO CINCUENTA Y DOS

El mate cocido por su gusto y su color, dependía de hierbas cocidas y azúcar, me gustaba.
Pensé que ya era suficiente, debía cerrar la puerta nuevamente, pero no me podía mover de la silla. Esperaría entonces la próxima persona que se acercara a mí y le pediría que cerrara la puerta.
Una mujer morena, de labios gruesos y espléndidas caderas se acerca a mí resueltamente con un vaso en una mano, y me besa en la boca, bien como si me conociera desde hace años, deja el vaso encima del escritorio y sale, me impresiona tanto su actitud conmigo, que me olvido de pedirle que cierre la puerta. Hago un esfuerzo, un gran esfuerzo para levantarme de la silla y lo consigo, pero casi me quedo sin fuerzas, decido en lugar de cerrar la puerta, salir por una puerta exactamente a un metro de la puerta de lo que sería mi pieza al patio.

domingo, 22 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA Y UNO

El único efecto provocado por haber apretado el timbre, fue que la puerta de vidrio esmerilado se abrió.
Y desde el lugar donde yo ahora estaba sentado se podía ver una escalera de madera, cubierta con una alfombra, que seguramente bella hacía muchos años, aparecía ahora rota y sucia. Por la puerta abierta seguramente iría apareciendo gente.
Un muchacho de unos veinticuatro años, se acercó y me dijo si quería tomar algo, dije que sí con la cabeza al tiempo que este muchachote, más alto que yo, se inclinaba para darme un beso en cada mejilla. Este debe tener conmigo una relación especial me dije.
-Querés un vaso de mate cocido –me dijo- y salió de la pieza.
En realidad lo que yo quería era un fósforo, o un encendedor para prender en cigarrillo de marihuana pero todavía tenía miedo de hablar y no dije nada. Mate cocido, vaya a saber qué cosa empezaré por tomar.
En medio justo de estas tonterías apareció un adolescente de unos doce años, entró como si la pieza fuera de él, también diciéndome buenos días, me dio un beso en cada mejilla, dijo buenos días y se fue. En su rostro vi algo parecido a mi rostro. Tal vez, me dije, había tenido hijos y todo sin darme cuenta. Cuando me encontrara con Lipuskia, le rompería el culo a patadas.

martes, 17 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA

Aprieta el botón mi querido, aprieta el botón. Dejé el cigarrillo sobre la mesita de luz y abrí un poco la ventana y levanté la persiana. Un fuerte sol me anunciaba que en esa ciudad era verano. Abrí la puerta del ropero, para buscar ropa adecuada al calor que comencé a sentir. Unos pantaloncitos fabricados con unos vaqueros cortados por las rodillas y una camisa de mangas cortas como esas que usaba mi padre en los veranos de mi ciudad natal. Y luego comprobé que los zapatos que había en la pieza me quedaban perfectamente, lo que quería decir que el que vivía en esa pieza y debía hacer muchísimo tiempo y sin darme cuenta de vivir, era yo.
Bien, ya sabía cual era mi ciudad, cual mi ropa, me faltaba averiguar, mi posición económica y si vivía con alguien más en la pieza, qué edad tenía realmente, y cómo me llamaba. Y tal vez, de qué trabajaba. Todo me daba miedo. Apretar el timbre, porque seguramente vendría alguien y de algo brutal me enteraría, y también me daba miedo leer los papeles escritos, porque también, seguramente me harían enterar de algo terrible.
Detrás de la puerta esmerilada y en medio de mis cavilaciones, escuché el murmullo de varios niños jugando, estaba claro que había caído en una casa de familia. Averiguar quién era en esa casa me daba miedo y a la vez excitación y alegría. El destino que me había tocado por ahora y en el borde de las pocas averiguaciones que había hecho, no me desagradaba, sólo me daba un poco de miedo. Después de otra revisión general por toda la pieza, tratando de averiguar más cosas acerca de mi nueva personalidad, o bien mi vieja personalidad, pero nueva en el sentido de su saber de ella. Un reloj funcionando marcaba las 11,30 de la mañana. En el patio estaba el sol. No encontré sin embargo en la nueva búsqueda ningún documento o papel que atestiguara mi identidad.
Ella otra vez tenía razón, apretar el timbre era por ahora lo único posible en el intento de averiguar algo más acerca de mi situación actual.
Me acerqué varias veces a la puerta, sin abrirla, y cada vez escuchaba ruidos diferentes, pasos de mujeres, pasos de hombres, música, juego de niños, estaba claro que había caído en una casa donde vivían además de mí, muchas otras personas y que seguramente yo tenía con todas esas personas mayores y esos niños, relaciones que tendría que ir averiguando de a poco.
Después aun de constatar mi cuerpo, y hacer una flexiones para ver el estado vital del que disponía y dándome cuenta que gozaba de la energía de antaño, fui feliz y toqué el timbre. De cualquier manera, yo ya había matado y muerto varias veces, a nada tenía que temer.

domingo, 15 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y NUEVE

Volví a mirarme en el espejo y me gusté. Muchas veces, cuando caminaba por las calles de mi barrio me había visto de cuarenta años y me había visto exactamente así como me veía en ese espejo. Las chicas, me dije en voz baja, no quieren irritarme, más bien quieren ser ayudadas.
Por debajo de la puerta de vidrio esmerilado, alguien mete un diario, que leo con mucha atención y descubro las siguientes cosas. Pero de cualquier manera, antes de decir lo que me produjo la lectura del diario diré lo que me produjo la aparición del diario. O bien las que estaban detrás de la puerta de vidrio eran las chicas, como yo así las llamaba, o bien detrás de la puerta había gente, que me trataba de una manera especial, quien sabe me dije, me tocó ser el jefe de alguna familia o cosa parecida, espero tener prestancia para semejante rol.
El diario se llamaba (no lo voy a decir), era un diario de Madrid, ciudad me imagino en donde me tocará vivir a partir de ahora. Busqué afanosamente alguna noticia del niño asesino, y nada encontré. Como podía ser que ya el diario no trajera ninguna noticia, o sería tal vez que en esta ciudad no había llegado la noticia. O era un diario especial que ellas habían publicado para mí, lo único que no me podía imaginar era que habían pasado, exactamente, de aquella noche con María, su hermana y su amiga, treinta años. Mi dependencia por fin quedaba clara. Yo no sabía qué había pasado en esos treinta años.
Me tiré sobre la cama a punto del desmayo, busqué por los cajones de la mesita de luz de la izquierda y encontré un pequeño paquetito conteniendo marihuana. Y armé para fumar. Una vez armado el cigarrillo, no encontré con qué encenderlo, y diciendo la verdad estaba un poco nervioso, sin saber qué hacer. Una voz interior me dijo. Aprieta el timbre que tienes al lado de la cama.
Y en esa voz reconocí su voz y todo fue delirio esa mañana ¿Dónde estoy, pregunté, casi desesperado? y dónde estás tú, presencia iluminada. Abro mis ojos, y ya no apareces, cierro mis ojos y ya no apareces. Acaso hice algo mal.

lunes, 9 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y OCHO

Todo estaba bien hasta que me miré en un pequeño espejo que saqué del cajón del escritorio. Mi cara ya no era mi cara y mi cuerpo, ya no era mi cuerpo. Más que diez años parecía tener cuarenta años. Todo me había crecido, las piernas, el pene, la cara, los ojos, el cabello. La ropa que tenía puesta, no era ni lujosa ni pobre, más bien rara, pequeña burguesía intelectual, pensé y me quedé tranquilo.
Estaba claro que esas hijas de puta me habían transformado en algo que yo antes no era. Seguramente por medio de superpoderes habían conseguido meterme en el cuerpo de otra persona. Una especie de transmutación de almas. Quería decir que era preferible que yo no me hiciera el canchero sino que escuchara al resto de la gente que, seguramente, vivía en esa casa y fuera haciendo en consecuencia.
En dirección a la ventana, se escuchaba el canto de un pájaro. Esto, me dije, se parece cada vez más a la tierra. Y otra vez me asaltó la duda: esto no sería un hospicio moderno, esos hospicios donde al loco le hacen sentir que el hospicio es como una casa y hay niños, para demostrarle que no le temen.
En dirección a la ventana, el canto de los pájaros no daba alternativas, era claramente el canto de los pájaros

viernes, 6 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y SIETE

El sitio donde me encontraba hoy podríamos decir que, si me animara a describirlo, cualquiera de ustedes sería capaz de reconocer en esa descripción una pieza común de una casa construida hace unos cuarenta años. Un recinto redondo de esos que sirven como salón de estar en las casas de familia. Un par de ventanas a un jardín, una chimenea en el centro de la habitación, una pequeña biblioteca por encima de un escritorio lleno de papeles escritos y carpetas llenas de papeles escritos. Una cama de las llamadas matrimoniales de esas que usaban mi papá y mi mamá, dos mesitas de luz de madera con incrustaciones doradas también repletas ambas de libros y papeles escritos. Las puertas, que todavía no sabía dónde daban, eran de vidrio esmerilado. Unas cerámicas representando al hombre y a la mujer en diversas posiciones y las paredes llenas de cuadros y afiches donde se anunciaban recitales de poesía. Concluían el mobiliario una máquina de escribir, dos sillas y un ropero pequeño y viejo.
La situación actual, me dije, si bien precaria, más humana que todas las situaciones anteriores. Seguramente comenzaba hoy, para mí, una nueva vida.
Unos cojines, si bien lindos bastante sucios, un par de zapatos, y alguna ropa interior tirada sobre la silla vacía, mostraban claramente que ahí alguien había vivido hasta hace unos minutos o todavía vivía.
Me quedé tranquilo, había algo en el ambiente que me decía, que eso no era ni el espacio celeste, ni mi cama, ni la cárcel, ni el hospicio, sino una especie de familia normal que vivía en una ciudad, como en tantas ciudades tantas familias.

domingo, 22 de febrero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y SEIS

Mi padre me había enseñado que un hombre tiene que poder contra el frío. Él, en invierno, se levantaba a las dos de la madrugada igual que en el verano, y tomaba un café y comía un trozo de pan y se iba a la calle con las dos valijas y caminaba doscientos metros hasta la parada del tranvía que lo llevaría en una hora y media de viaje hasta la esquina de la feria donde, mi padre, tenía un puesto de venta de baratijas. Y antes de salir de casa, todavía, cuando se encontraba conmigo en el patio, se ponía una boina negra y me decía, al frío no hay que tenerle miedo, y algunos días, mirá hijo: un hombre no tiene que temerle a nada. Cuando adolescente, en uno de esos encuentros nocturnos, cuando él se iba a trabajar y yo venía de bailar o de haber estado con los amigos, me animé y le pregunté mientras se ponía la boina. Y vos papá ¿con cuántas mujeres hiciste el amor? Él sonrió como cuando fumábamos los domingos. Y como alguien que antes de tirar apunta directamente al corazón disparó. Sólo con tu madre. Yo no le creí. ¿Y antes de conocer a mamá? Él volvió a responderme y esta vez sin sonrisa. Sólo con tu madre. Bueno, le dije, si eso es verdad, yo te vengaré. Vengarme de qué, hijo mío, si soy feliz. Un hombre tiene que saber ser feliz con lo que tiene. Era una época que yo venía con ideas raras de la calle. Pero cómo puede ser feliz un hombre que cerca de su muerte, ha hecho el amor con una sola mujer en toda su vida.
Todos estamos cerca de la muerte, y además un hombre tiene que aprender a ser feliz, si le toca una sola mujer o si le tocan seis mujeres y si algún día el destino como un viento feroz, arranca todo de tu lado y te deja solo, también hay que aprender a ser feliz.
En mi pueblo al que podía aprender a ser feliz con lo que tenía, le llamaban sabio.
Mi padre era mi padre y yo me defendía como podía. Aquí en Buenos Aires, a conformarse con lo que se tiene, se le llama pobreza. Ni frío, ni caliente, al final hasta Cristo te termina escupiendo de su boca. Dónde aprendiste eso.
Estoy leyendo la Biblia.
Así me gusta hijo, una que otra cosita por Dios, siempre hay que hacer. No lo hago por Dios, papá, lo hago por la escritura. Eso hijo, está bien igual, leer la Biblia siempre es bueno, aunque no tengas ganas. Cuando nos quedamos conversando, él antes de irse me daba un beso y me mandaba a dormir porque ya era tarde. Y yo corría a poner mi oreja en la ventana que daba a la calle, para oír sus pasos arrastrados por el peso de las valijas, hacia el tranvía.
Aquella noche no pude cerrar los ojos. Dejé encendida la lámpara pequeña y me puse a hojear una revista pornográfica, intenté masturbarme e intenté escribir un poema, no pude ninguna de las dos cosas.

jueves, 19 de febrero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y CINCO

A veces la lucha era a brazo partido. A trompadas, a insultos, a empujones, conseguía encerrarlas a las dos juntas conmigo en alguna de las habitaciones. Siempre alguna de las dos tenía la menstruación, y no una menstruación así nomas. Torrentes de sangre en todas direcciones. Yo siempre iba al frente, como se dice, hubo días que terminábamos los tres bañados en sangre. La otra esos días estaba de duelo, por alguna muerte de algún familiar próximo. Si nadie había muerto esos días, ella recordaba alguna muerte de su infancia o bien de su adolescencia. Entre la violencia de la sangre y los sonidos siempre eternos de la muerte, yo hacía lo que podía. Como cuando quería levantar las valijas que levantaba mi padre y apenas podía arrastrar con las dos manos una, y apenas unos centímetros.
Una vez conseguí que se besaran en la boca.
Lo recuerdo como si fuera hoy. Primero me aseguré que cada una tuviera diez orgasmos. Con los ojos entrecerrados, cada una apoyó su cabeza en mi hombro correspondiente. Yo tardé quince minutos a causa de la lentitud de mis movimientos, en acariciar sus cabezas y en acercar la boca de una a la boca de la otra. Y hubo un instante donde esos labios se partían por el goce del encuentro tantas veces postergado, y así, al borde del éxtasis sólo por estar besándose, Berta me metió el dedo en el culo y Clotilde me apretó los huevos hasta hacerme gritar. Yo fui feliz, y sintiendo que había hecho el bien, me quedé dormido.
Al cambiar la hoja, me di cuenta que tengo mucho frío en los pies, me digo, es normal en invierno.

domingo, 15 de febrero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y CUATRO

No te creo, no te creo, y se vestía apresuradamente y a medio vestir, salía del baño gritando, los hombres son unos hijos de puta y yo, los amo. Yo soy Clotilde, la que nunca dejará de hacer el amor. Libros, poemas, escritos, frases célebres, no sé dónde iremos a parar con tanta porquería. Clotilde cuando terminaba de hacer el amor se sentía libre.
Quiero besar a una mujer en los labios.
Berta, Berta, mi querida, aquí, el semen de mi amado en mis labios. Bésame. Y subía y bajaba las escaleras, gritándome. Jacinto, quiero que te folles a mi amiga Berta, quiero que tu amigo Alberto me rompa las entrañas y subía y bajaba por las escaleras, hasta que yo, recordaba la actitud de mi padre con mi madre en situaciones parecidas y le daba dos tortazos y ella lloraba un poco y se iba a la cocina a hacer un café.
Subiendo las escaleras le gritaba que la vida de la pareja monogámica es linda y que además del café me hiciera un zumo de naranjas, para entretenerla un rato más en la cocina y darle tiempo a Berta para que me chupara y se arreglara un poco el cabello, porque a mí, me gustaba tirarle de los pelos cuando me chupaba. Berta era angelical. Clotilde divina.
Entre las dos, yo pensaba, a veces, sin decir nada, me harán un hombre o me volverán loco. Y soñaba con mi tío León y en sueños me preguntaba cómo era posible satisfacer a seis mujeres a la vez, cuando, si bien, con una podía, me daba cuenta que no era cosa fácil poder. Clotilde y Berta, eran dos, pero también eran una. Nunca se molestaban. Habían decidido pensar las dos, que la otra era un capricho mío y estaban dispuestas a soportarlo. Y para que yo diera rienda suelta al deseo que ellas me atribuían de tener una relación diferente con cada una. Una trabajaba los lunes y la otra los martes, a una le gustaba la noche y a la otra le gustaba el día. Una escribía, la otra pintaba. Tenían la menstruación en épocas distintas del mes y educaban a sus hijos en momentos diferentes del día, y todo, para que yo cuando me encontrara con alguna de las dos, no tuviera el incordio (según ellas) de encontrarme con la otra. Había días que el mecanismo funcionaba tan perfecto que yo, tomaba dos desayunos, comía dos veces al mediodía, dormía dos veces la siesta, hacía el amor dos veces, y hubo tardes espléndidas que llegué a hacer el amor dos veces con cada una, y después otros dos cafés. Y así pasaban los días y yo cada vez estaba más lejos de transformar a esas dos mujeres en dos mujeres, para que algún día estuvieran entre las seis mujeres de mi deseo. Y ellas cada vez estaban más cerca, para cumplir, a pesar de la vida que llevaban, el deseo de un hombre para cada una, de transformarme a mí, en dos hombres.

jueves, 12 de febrero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y TRES

Siento que estoy escribiendo por escribir y ya son las doce de la noche. En el piso de abajo han apagado el televisor y ahora yo tengo ganas de cagar y tomar un café. Espero que hacer esas dos cosas, tan simples y cotidianas, no me lleve toda la noche.
Mientras cagaba leí las páginas anteriores. Cagar también es un placer, como comer, como hacer el amor, a veces te va bien y a veces te va mal. Las páginas anteriores, no me llegaron a convencer, escritura por escritura, me dije, prefiero escribir versos.
Terminé de fumar el quinto porro de la noche, sentado tranquilamente en el inodoro. Me toqué un poco la polla y recordé a Clotilde. A ella le gustaba, sobre todo, hacer el amor en el baño. Se desnudaba en silencio, mientras yo terminaba de lavarme el culo o de peinarme o de lavarme los dientes. Ella siempre me sorprendía haciendo algo en el baño, a veces me traía un café y nos quedábamos conversando horas. Después se agarraba con las dos manos del lavabo, y comenzaba a murmurar entre dientes, me imagino que para que resultara enloquecedor: Hoy por donde quieras, mi amor. Por donde quieras. Y yo me acercaba como de nube, entreabría con mis manos sus nalgas y un perfumado canto de calandrias nos invadía, y entonces, hacía que me la follaba por el culo y me la follaba por el coño y después, todavía, hacía que me la follaba por el coño y me la follaba por el culo. La engañaba siempre. Somos como tres mil, mi amor, somos como tres mil. Y ella, tenía orgasmos como delirios, como una multitud de hombres y mujeres en su cuerpo, haciendo el amor. Y terminaba agarrándose desesperadamente a sus tetas y besando su propio rostro en el espejo.
Me mataste mi amor, me rompiste el coño y se sentaba en el inodoro para descansar. Y todavía suspirando, ¡eres un poeta genial! ¡eres un poeta genial! Te regalaré una máquina de escribir y su rostro se ensombrecía. Claro ya tendrás máquina de escribir, seguramente otra antes que yo te la regaló y en tanto hablaba ponía su mano entre sus piernas y dejaba que mi semen cayera sobre su mano y, luego, se pasaba la mano por toda la cara y se reía. Tu semen hace bien, rejuvenece. Cuando ella se ponía así, yo le decía la verdad: La máquina de escribir me la regaló mi padre.

lunes, 9 de febrero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y DOS

Mamá a veces era un genio, menos que me masturbaba todos los días, lo sabía todo, sin que yo hablara una sola palabra. Por esta costumbre de mi madre, recuerdo haber tenido muchos problemas en mis relaciones con las mujeres en general. De tanto esperar que alguna mujer descubriera mis pensamientos sin que yo hablara, me fui haciendo entre ellas fama de misterioso. Un tipo, decían, que nunca se sabe lo que piensa. Después intenté explicarme por escrito, y así cada vez fue peor. Es un poeta, empezaron a decir, por eso tan misterioso, tan lejano. Su cuerpo es como el mar, si te dejas estar, te traga. Y en esa inmensidad cuando por fin develará sus íntimos secretos, todas las palabras que pronuncia tienen que ver con una. Él existe a medias, si no te gusta hacer el amor con él, te recita un poema. Si la poesía todavía no es el tiempo de tu deseo, es capaz de tomar un café con una, hablar de tonterías y dejarte contenta. Y si antes de partir, inmersa todavía en la alegría del encuentro, le recuerdo que no me dijo nada de su vida. Él te besa varias veces (cuando se despide siempre es cariñoso) y entre los besos, la vida es todo, te dice, también esos silencios.

viernes, 6 de febrero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y UNO

Ya podré, pensaba, y me quedaba contento, hasta mañana, donde volvería a probar sin poder, o estar al borde de poder. Él me decía que no con la cabeza y un día que yo llegué a mover una de las valijas, pero sin poder todavía levantarla del suelo, él sonrió y me dijo (yo creo que casi con alegría) ya podrás. Ese día tomé la sopa y la carne y comí pan, porque a él, le gustaba que se comiera con pan y tomé un vaso de vino, porque un poco de vino siempre hace bien. Tosí como correspondía a un niño de mi edad y le dije a mi padre, que no quería ir más al colegio. Ángela, qué le pasó esta mañana a este chico. Nada contestaba mi madre, estuvo toda la mañana en la calle. Acaso no hiciste los deberes, y levantaba su mano para pegarme y yo se lo dije. La maestra dice que eres un mentiroso. El cachetazo que me dio me tiró debajo de la mesa. Y yo a mi padre le temía, pero ese día no sé lo que pasó.
Ahogado por el llanto le dije que era un hijo de puta que con él no se podía conversar. Y esperé tranquilamente que me matara.
¿Quién te enseñó esas palabras?
Sorprendido de escuchar sus palabras en lugar del golpe que yo esperaba, le dije la verdad: Mamá. Y mamá aterrizó al lado mío. Y tocándose (creo recordar, con cierto placer la mejilla enrojecida por el golpe de mi padre) me miró a los ojos y me sonrió. Padre acercó una silla a nosotros, y sentándose nos acarició a los dos un poco la cabeza y ahora te vas a lavar la cara y te vas al colegio.
Y yo que ese día debía estar loco, le dije, al colegio no voy.
Hijo mío, ir al colegio, es tan sagrado como ir a la iglesia, como tener una familia, como ir a trabajar. En el colegio se aprenden las letras y las artes y seguramente te enseñarán a contar el dinero, y en el colegio te enseñarán el funcionamiento de tus órganos y los misterios del cuerpo de la mujer. Para Rafael, interrumpió mi madre, que eso lo enseñan en la universidad y, además, el nene dice que la maestra dice que eres un mentiroso. Y tú sabes cómo el nene es de sensible, él te cree todo, esos cuentos que tú le cuentas, después seguramente en el colegio se peleará con la maestra. Y la maestra le preguntará de dónde saca esas cosas, y él le dirá (y el nene siempre dice la verdad) me lo enseñó mi padre. Y la maestra le dirá, tu padre es un mentiroso.

miércoles, 4 de febrero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA

Estoy aquí encerrado escribiendo. A veces leo, a veces hago el amor. Cuando alguien se atreve a mi escritura inédita, y viene a visitarme me entero de alguna cosa de la calle. Nunca pido detalles, dejo que el otro me cuente lo que quiere. Cuando ya no da más, cuando ya no tiene qué decir, le leo alguna página.
Yo salgo poco, es cierto, pero también es cierto que a casa viene poca gente. Y cuando vienen, a veces, no me dan tiempo para reaccionar. A veces estoy durmiendo y se van antes de que me despierte. Hoy día la gente vive apurada. Lo recuerdo a papá con una valija de 50 kilos en una mano y con otra valija de 50 kilos en la otra, caminando lentamente, balanceándose de un lado para otro, como si ese movimiento disminuyera el peso de las valijas.
A veces sentado en la puerta de mi casa en Chiclana, lo veía venir, y me ponía a gritar: ¡ahí viene papá! y papá tardaba veinte minutos en recorrer las dos calles desde la parada del tranvía, hasta casa. Y salía corriendo y, él, dejaba las valijas en el suelo para besarme en las mejillas y, yo, trataba de levantar alguna de las valijas y no podía y él, mientras, se ponía de nuevo en movimiento y diciendo que no, primero con la cabeza, me recordaba que su padre siempre le decía, que cuando creciera, si crecía bien, podría más. Y yo a mi padre le creía.

lunes, 2 de febrero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO TREINTA Y NUEVE

Llegué a España huyendo de mí mismo. Huyendo de una vida que después no pude contener en mi cuerpo. Y cuando llegué me dije: ésta será mi vida, ésta mi patria, después fue todo mucho más difícil. Al principio era lindo caminar por las calles. Libre, me sentía libre como un pájaro y en aquellos primeros días, hasta llegué a sentir que esta tierra, era la tierra de mis abuelos, y qué bien se vivía, cuando la historia podía comenzar, todos los días, hoy. Después la calle se fue poblando de fantasmas, se fue poblando de recuerdos. Se dejaron de escuchar algunas guitarras para escucharse las protestas. Habían matado a un estudiante. A un policía, a un militar, a un militante, a una vieja, a un niño. Habían matado. La calle se pobló de inconmensurables murmullos de desaprobación, comenzó a ser imposible caminar por la calle. En poco tiempo se habían vuelto todos locos, habían pasado demasiado rápido de la marihuana, a la heroína, demasiado rápido de la vida, a la muerte. Huyendo de la calle, como antes había huido de mi país, llegué hasta aquí, una habitación redonda (como antaño eran mis relaciones, ya les contaré alguna vez) en un segundo piso, a la calle, en un barrio del norte.

domingo, 1 de febrero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO TREINTA Y OCHO

A la mañana siguiente madre, nos recordaba que vivíamos en Buenos Aires.
Ella siempre cantaba tangos. Y algunas mañanas inolvidables cuando padre se iba a trabajar; ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón. Cuando volvía padre de trabajar ella volvía a cantar tangos. Los ojos le brillaban siempre. A padre, en cambio, sólo le brillaban los ojos cuando cantaba en árabe y cuando yo fui más grande y lo convidaba con marihuana y conversábamos, también le brillaban los ojos, después, el resto del tiempo, mi padre era recuerdo.
A veces borracho por el humo y la nostalgia, me decía, mi hermano se llamó León, y fue amamantado por una leona y por una loca. Era fuerte como un toro bravío de las pampas (a veces se le mezclaban las historias él nunca sabía en qué país vivía), una tarde delante de todo el pueblo hizo el amor con seis mujeres a la vez. Y desde ese entonces ese fue mi único deseo: hacer el amor con seis mujeres a la vez. Tantas veces me lo imaginé. Tantas veces estuve a punto de lograrlo. Tantas veces le pregunté a mi madre si ella también había estado loca cuando me amamantaba.
Yo te cantaba mucho, y a veces te bailaba, para que vos te entretuvieras, pero loca, loca, no sé, creo que no. ¿Por qué me lo preguntas? Por nada mamá y esos días sentía que no sería posible.

sábado, 31 de enero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO TREINTA Y SIETE

Llegué una tarde a Madrid y me dije: ésta será mi tierra, éste mi pueblo. Después fue mucho más difícil. Los apretones de manos del principio se transformaron en fuertes tenazas inmovilizadotas. Llegué a sentir que la esclavitud era mi sino. Como aquella francesa que en el tango muere tosiendo y enamorada. Cómo explicar que ese batir de palmas que escucho, transforma mi noche en una fiesta.
Armo un cigarro tras otro y me los paso a mí. En soledad soy un tipo inquieto, la gente normalmente me tranquiliza. La gente en general en estos tiempos, me quita las ganas de vivir. Y esto es simplemente una manera de decir, porque estar inquieto no es suficiente demostración de estar vivo. Soy argentino, quiero decir, nací en Buenos Aires, mi padre es árabe y nació en el mar.
Fue de los primeros navegantes el más experto. En Buenos Aires, al amparo de la sombra de la higuera, en la casa de mi abuelo Antonio, padre me recordaba que el abuelo de su abuelo, cuando hablaba, siempre hablaba de España. Nuestra tierra más bella, decía, y si fue patria de mis abuelos; será tu patria, agregaba mi padre antes de continuar el relato, después se perdía en divagaciones, y terminaba recitando un poema en árabe, inscripto en alguna piedra, en algún lugar de España. Algún día serás grande y ya verás con tus propios ojos. A pesar de los bárbaros, nuestras señas perduran. Irás por ellas hijo mío y se quedaba como dormido entonando siempre la misma canción. Laia, laia, laia, laia, laia, laia... y batía las palmas como hacen los andaluces.

domingo, 25 de enero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO TREINTA Y SEIS


Tengo frío. Bajaré las persianas y encenderé un canuto. El frío debe ser combatido en el propio ser.
Mientras espero que ocurra, escucho flamenco, seguramente con el correr de las horas terminaré escuchando algún tango.
Nunca sé cuando va a comenzar el concierto. Nunca sé si la página que estoy escribiendo va a parar al cesto de los papeles, o a la historia del hombre.
Siento que no me van a alcanzar los cigarrillos.
Hay momentos del día en que todos es ilusión. Continuar la novela no estaría mal. Contar alguna historia, no estaría mal. Buscar en mis historias una historia. Algo de mi pasado que se transforme mediante la varita mágica de la escritura, en la actualidad del hombre.
Una especie de salto del cuerpo de la letra a la letra. De la idea a la palabra. De la vida a la poesía.
Tal vez esta noche, precisamente, por habérmelo propuesto, no escribiré nada. Si no puedo escribir nada escribiré alguna carta a mi madre.
Una novela donde poder desentrañar por qué soy tan útil, necesario, para tantas personas.

jueves, 22 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA Y CINCO

La prueba de confianza que ellas me darían sería, sin lugar a dudas resucitar a los cinco muertos, esto me daría una posición en el sistema conveniente. Seguramente, después de la ceremonia de la resucitación, algunas relaciones a establecer, que ellas me indicarían, harían posible comenzar a pensar en una estrategia. Claro que todo esto era algo solitario ya que yo no había podido hablar con ellas y que todo esto era producto de mi imaginación. Ya que si bien ellas me hacían sentir el cuerpo, yo otras veces había soñado y había sentido mi cuerpo como cuando era vigilia.
Además se me complicaba la solución del problema, porque si ahora ellas después de lo que a mí se me aparecía como mucho tiempo en silencio, y seguiría dudando acerca de si ellas realmente me hablaron, o hablaron por mi boca, porque yo antes que ellas había hablado. La situación era la mar de complicada. Y yo todavía seguía siendo el niño asesino, y lo peor que cada día que pasaba, el niño que al no ser encontrado por la policía de ningún Estado, los diarios atribuían al pequeño, una capacidad más. Hasta llegaron a darme por muerto. A lo cual mi madre otra vez gritando por la calle decía que el niño no había muerto de ninguna manera porque si no, ella lo hubiese sentido en su corazón.
No cabían dudas mi madre y ellas estaban hechas de la misma materia. Las diferencias sólo se notaban, en la diferencia de moral.

martes, 20 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA Y CUATRO

La amistad y el amor me decían son más universales que ciertas ideas, o mejor dicho que cualquier idea. Porque yo amaba a esos pequeños monstruos desesperados de libertad, con la misma intensidad con la que había amado a mi madre y a mis compañeritas del colegio primario. Estaba claro que el amor era un sentimiento que podía surgir en el hombre sin que éste pronunciara ninguna palabra. Ya había jurisprudencia sentada, de ciertos problemas que ciertos estados habían tenido durante las guerras ya que a veces su mejores soldados se enamoraban del enemigo.
De golpe sentí que comenzaba a comprender el plan. Ellas tratarían después de aprender conmigo cómo tenían que vivir sobre la tierra para no ser descubiertas, enamorar a los poderosos como habían hecho conmigo, porque yo estaba enamorado. Ya prácticamente no dormía, y recordando ciertas prácticas con animales domésticos y pequeños niños, comencé a llamarlas a cada una por un nombre distinto, y a tantas llamaba, como me era posible recordar. Esto, si bien trajo aparejado un poco de orden, ya que ellas obedecían al nombre que yo les otorgaba, creó asimismo el problema que si yo no nombraba, ella no existía. La dependencia de mí era casi irracional. Comencé a imaginarme entonces ¿cuál sería mi dependencia?