viernes, 11 de septiembre de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO OCHENTA



Escribir es difícil,

releo infinitas veces las 17 páginas anteriores, no puedo darme cuenta quién escribió esas 17 páginas. Ni de quién fue la diabólica idea de juntar en tan pocas páginas tantos personajes. Casi un desafío a la locura. Una idea clara y precisa, demasiado grande para mi cuerpo. Y yo tengo mis vicios: quiero ser escritor, es decir, que todavía no comparto nada con nadie.

Pienso ahora que Catín está muy agrandada, don Cristóbal poco desarrollado, don Miguel demasiado irreal, las otras mujeres en general poco desarrolladas. Y se ve además que no hay un claro proyecto de dónde se quiere llegar.

Algunos locos y varias putas, todo mezclado, no debe alcanzar me imagino, para escribir una novela. Y, sin embargo, y a pesar que todos los personajes están casi muertos, quiero seguir, quiero saber algo más de ellos, me intrigan. ¿Dónde estarán? que ninguno viene a contarme nada, en qué lugar de mi cabeza o de mi cuerpo tengo que buscarlos.

O simplemente se trata de llegar al punto de la multiplicación infinita, ser todos, vivir la vida de todos, contarme a mí mismo. Si quiero escribir acerca del deseo de todos, tendré que ser el deseo de todos. Igual que cuando trabajaba de psicoanalista. Una especie de desafío contra la locura, contra el hambre.

El psicoanálisis posibilita cierto tipo de ilusiones. La escritura siempre te deja solo.

Con los pacientes que se curan, sufren menos o se adaptan, el psicoanalista va llenando su vida. Y el escritor, ¿con qué va llenando su vida? ¿con qué?

Acaso, con el aplauso o la indiferencia. Acaso con la maravillosa insistencia vaginal, de quiero tener al lado mío un hombre famoso. Yo preferiría que se acabaran las bromas. Ocho o diez horas diarias escribiendo a máquina, da lo mismo si es para la gran novela de fin de siglo, o para lamerle el culo a los banqueros. La espalda duele igual.

Lipuskia no estaba tan contenta como al iniciar la lectura del material que yo había conseguido del futuro cercano, estaba como decepcionada. Pero también estaba contenta, porque lo habíamos conseguido, pero con más intensidad, estaba decepcionada por lo que yo había encontrado en el futuro cercano treinta años después, tanto que permaneció veintitrés horas sin mirarme a los ojos, casi se muere.