sábado, 31 de enero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO TREINTA Y SIETE

Llegué una tarde a Madrid y me dije: ésta será mi tierra, éste mi pueblo. Después fue mucho más difícil. Los apretones de manos del principio se transformaron en fuertes tenazas inmovilizadotas. Llegué a sentir que la esclavitud era mi sino. Como aquella francesa que en el tango muere tosiendo y enamorada. Cómo explicar que ese batir de palmas que escucho, transforma mi noche en una fiesta.
Armo un cigarro tras otro y me los paso a mí. En soledad soy un tipo inquieto, la gente normalmente me tranquiliza. La gente en general en estos tiempos, me quita las ganas de vivir. Y esto es simplemente una manera de decir, porque estar inquieto no es suficiente demostración de estar vivo. Soy argentino, quiero decir, nací en Buenos Aires, mi padre es árabe y nació en el mar.
Fue de los primeros navegantes el más experto. En Buenos Aires, al amparo de la sombra de la higuera, en la casa de mi abuelo Antonio, padre me recordaba que el abuelo de su abuelo, cuando hablaba, siempre hablaba de España. Nuestra tierra más bella, decía, y si fue patria de mis abuelos; será tu patria, agregaba mi padre antes de continuar el relato, después se perdía en divagaciones, y terminaba recitando un poema en árabe, inscripto en alguna piedra, en algún lugar de España. Algún día serás grande y ya verás con tus propios ojos. A pesar de los bárbaros, nuestras señas perduran. Irás por ellas hijo mío y se quedaba como dormido entonando siempre la misma canción. Laia, laia, laia, laia, laia, laia... y batía las palmas como hacen los andaluces.

domingo, 25 de enero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO TREINTA Y SEIS


Tengo frío. Bajaré las persianas y encenderé un canuto. El frío debe ser combatido en el propio ser.
Mientras espero que ocurra, escucho flamenco, seguramente con el correr de las horas terminaré escuchando algún tango.
Nunca sé cuando va a comenzar el concierto. Nunca sé si la página que estoy escribiendo va a parar al cesto de los papeles, o a la historia del hombre.
Siento que no me van a alcanzar los cigarrillos.
Hay momentos del día en que todos es ilusión. Continuar la novela no estaría mal. Contar alguna historia, no estaría mal. Buscar en mis historias una historia. Algo de mi pasado que se transforme mediante la varita mágica de la escritura, en la actualidad del hombre.
Una especie de salto del cuerpo de la letra a la letra. De la idea a la palabra. De la vida a la poesía.
Tal vez esta noche, precisamente, por habérmelo propuesto, no escribiré nada. Si no puedo escribir nada escribiré alguna carta a mi madre.
Una novela donde poder desentrañar por qué soy tan útil, necesario, para tantas personas.

jueves, 22 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA Y CINCO

La prueba de confianza que ellas me darían sería, sin lugar a dudas resucitar a los cinco muertos, esto me daría una posición en el sistema conveniente. Seguramente, después de la ceremonia de la resucitación, algunas relaciones a establecer, que ellas me indicarían, harían posible comenzar a pensar en una estrategia. Claro que todo esto era algo solitario ya que yo no había podido hablar con ellas y que todo esto era producto de mi imaginación. Ya que si bien ellas me hacían sentir el cuerpo, yo otras veces había soñado y había sentido mi cuerpo como cuando era vigilia.
Además se me complicaba la solución del problema, porque si ahora ellas después de lo que a mí se me aparecía como mucho tiempo en silencio, y seguiría dudando acerca de si ellas realmente me hablaron, o hablaron por mi boca, porque yo antes que ellas había hablado. La situación era la mar de complicada. Y yo todavía seguía siendo el niño asesino, y lo peor que cada día que pasaba, el niño que al no ser encontrado por la policía de ningún Estado, los diarios atribuían al pequeño, una capacidad más. Hasta llegaron a darme por muerto. A lo cual mi madre otra vez gritando por la calle decía que el niño no había muerto de ninguna manera porque si no, ella lo hubiese sentido en su corazón.
No cabían dudas mi madre y ellas estaban hechas de la misma materia. Las diferencias sólo se notaban, en la diferencia de moral.

martes, 20 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA Y CUATRO

La amistad y el amor me decían son más universales que ciertas ideas, o mejor dicho que cualquier idea. Porque yo amaba a esos pequeños monstruos desesperados de libertad, con la misma intensidad con la que había amado a mi madre y a mis compañeritas del colegio primario. Estaba claro que el amor era un sentimiento que podía surgir en el hombre sin que éste pronunciara ninguna palabra. Ya había jurisprudencia sentada, de ciertos problemas que ciertos estados habían tenido durante las guerras ya que a veces su mejores soldados se enamoraban del enemigo.
De golpe sentí que comenzaba a comprender el plan. Ellas tratarían después de aprender conmigo cómo tenían que vivir sobre la tierra para no ser descubiertas, enamorar a los poderosos como habían hecho conmigo, porque yo estaba enamorado. Ya prácticamente no dormía, y recordando ciertas prácticas con animales domésticos y pequeños niños, comencé a llamarlas a cada una por un nombre distinto, y a tantas llamaba, como me era posible recordar. Esto, si bien trajo aparejado un poco de orden, ya que ellas obedecían al nombre que yo les otorgaba, creó asimismo el problema que si yo no nombraba, ella no existía. La dependencia de mí era casi irracional. Comencé a imaginarme entonces ¿cuál sería mi dependencia?

domingo, 18 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA Y TRES

El plan de cualquier manera no era un plan mío, sino más bien yo, esta vez era parte de un plan, lo que tampoco entendía por qué me habían elegido a mí. O yo era parte de ellas desde antes. ¿Qué inteligencia, o qué anormalidad esencial hacían de mí la persona apta para semejante plan?
O sería simplemente y considerando que ellas ahora eran casi mudas, mi facilidad de palabra lo que había hecho que ellas me eligieran su rey, su único deseo. Un pedazo de carne semejante. Todo en mí servía, mis pies, mis manos, mis ojos. Todo era goce en mí en sus miradas. Ellas poseían algo en la manera de hacer el amor, que yo había comenzado a dudar del afán de destrucción, que mi fantasía les atribuía. Salvado ese nivel de desconfianza, sentí en mi sexo que había comenzado otro período de relación. Que como yo venía entendiendo la cosa, otro período más en la invasión de la tierra.

jueves, 15 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA Y DOS

No podía saber cuánto tiempo había pasado porque no era con el tiempo del reloj como se medían esas escenas de amor que, con el tiempo, ellas decían, me iría acostumbrando y no sólo es eso sino que, también, terminaría deseando estar con dos de ellas, y a veces espectacularmente con tres o cuatro o bien el número que a ellas se les ocurriera, porque yo en definitiva terminaría siendo de ellas, su deseo.
Si se trataba de una guerra convencional, empezaba a quedar claro que yo perdería la guerra. Así que todas mis esperanzas en la entrega se reducían a pensar que la guerra debería ser otra cosa. A veces en claras noches de luna llegaba a sentir que ellas querían dominar con sus sexos, lo que el hombre no había podido dominar con armas poderosas, y con armas escandalosamente destructoras. Como esa última bomba que acaban de fabricar los estados poderosos. Esa que se te mete en los ojos y te hace ver la vida color de rosas aunque te estén torturando.

domingo, 11 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA Y UNO

Soñoliento, sin entender qué era lo que me pertenecía y qué la locura. Iba comprobando que estábamos en una especie de gran ciudad pero escondida bajo tierra, o colgada del espacio celeste. Cuando se hablaba de la tierra, siempre se hablaba de algo que no era el lugar donde estábamos.
Ellas mientras tanto, así como habían nacido con tanta facilidad, morían con tanta facilidad.
Sus vidas dependían del tiempo de mis ojos abiertos, y esto último, de cualquier manera dependía de un cierto escalafón, donde había algunas que se morían a las pocas horas de mis ojos cerrados, y otras que morirían sólo después de veinticinco horas de mis ojos cerrados, quiero decir que había entre ellas y hasta que dependiera de mis ojos, varias inmortales.
Kropocha lipuskia estaba siempre a mi lado, ella parecía lo único real y todo lo otro más que real, dependiendo de sus superpoderes, porque de eso ya me había convencido.
Después de los primeros días y mediante un severo estudio de mis capacidades, decidieron que yo podía tener a mi cargo un ejército de 59 fantasmas y ella.
Arrebato de piel, tus ojos de magnolia fragmentada.
Eso donde yo estaba no era claramente ningún hospicio, sino más bien una especie de ciudad de lujo, donde por rey, se me cuidaba de una manera especial. Si mi madre me viera, tan contento, rodeado de tanto amor, seguramente, se moriría de rabia.
Sin embargo pensándolo bien podría todo ser por ahora un sueño. Abrir y cerrar los ojos dentro de un sueño, serían simplemente aperturas a otras cadenas significantes y sólo eso. Que con los ojos cerrados fuese interior y con los ojos abiertos irreal, en verdad no hablaba a favor de ninguna de las dos situaciones.
Crecer así entre tantas mujeres, por momentos me parecía bochornoso. Por la noche la que parecía la jefa de entre ellas y su mejor amiga, así me dijeron, cantaron y bailaron para mí esa noche, y en el movimiento de sus cuerpos, se perdían mis últimos recuerdos de la civilización terrestre.
Una mujer nace a la vida me decían, mientras cantaban y bailaban. Y se me metían por los ojos como vientos de luna y aterrizaban en mi sexo como si todo fuese increíble y perfecto a la vez.

sábado, 10 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA

Escapar no era sólo difícil para ellas sino que todavía era más difícil para mí. Yo fui el que con mis letras atrapé sus vendimias, sus cielos claros. Ellas eran parte de mí, y yo era parte de ellas, y en ese ser parte uno del otro, ellas y yo, formábamos al mismo tiempo, parte de mi vida.
Y todo era así de bestial y de sublime.
Entre tanto fuego, escapando de nuestras propias fantasías llegamos al centro de una selva. Una ciudad, una pequeña ciudad al sur de Europa, donde nadie pudiera sospechar de una multitud de mujeres avergonzadas y en el mejor de los casos desesperadas y un niño indefenso.
En unos días, ellas haciendo movimientos y yo hablando, queríamos conquistar además de la tierra, todo el universo.

viernes, 9 de enero de 2009

INTENTO NUMERO VEINTINUEVE

Grandes titulares en los periódicos anunciaban que mi vida se complicaba cada día más. El niño asesino, no está solo. Huye de la cárcel y previamente mata a dos guardias.
Cabrones me los cargaron a mí.
Mi sexo me terminará volviendo loco, allá mata, aquí da vida. ¿A quién estaré traicionando, me pregunto?
Nunca sabré qué era peor, soñar o vivir. Ellas eran tercas, pertinaces reclamaban todo el día su libertad, yo muy bien no entendía de qué libertad se trataba ya que ellas eran las invasoras.
Sólo aquellas dos palabras que pronunció esa extraña mujer y después ninguna vez más, ninguna de ellas volvió a decir una sola palabra. Gestos, fugaces movimientos de sus cuerpos me indicaban la dirección del recorrido, yo a veces acertaba y otras veces íbamos a parar a la mierda.
Eso sí, todo era vuelo y armonía.
A la mañana siguiente preguntaría, quiénes éramos, contra quiénes debíamos pelear, qué era lo que verdaderamente estaba permitido entre todas nosotras (estas bestias no conocían la palabra hombre), qué, con el enemigo, porque eso de seguir matando a mis hermanos para que ellas tengan el oxígeno necesario para vivir el espacio vital mínimo posible, así decían ellas con sus miradas, eso no puede ser.
Claro que el desastre ya lo había hecho. Mi cuerpo ya no era mi cuerpo. Mi voz ya no era mi voz, preguntar a quién, si nadie hablaba.

jueves, 8 de enero de 2009

INTENTO NUMERO VEINTIOCHO

Me molestó la escena y le di una patada en la mandíbula, todo era inútil, ahora ella era dos.
Monigote del tiempo, mi suerte estaba jugada. O yo estaba en el hospicio, o esos eran algo que no se puede decir exactamente humanos de la tierra.
Bien, grité, me doy por vencido ¿A quién tengo que matar ahora? ¿Esto es una invasión?
Háblame nena, decime que el amor existe, que entre tus piernas vibra, como de antaño vibra entre las piernas de una mujer, el universo. Dime una palabra dame una prueba carnal de tu existencia.
Ella arrancó sus ojos y los puso entre mis manos y yo comencé a llorar como un loco y nos abrazamos y bailamos hasta el amanecer, y nos tocamos y nos metimos uno dentro del otro y otro dentro del uno y fuimos todos y no fuimos ninguno y a la mañana siguiente, la reproducción había tomado proporciones incalculables. Millones y millones de seres iguales a ella me miraban extasiadas. A mí me tocaba ahora rey absoluto de la galaxia verde, conquistar la pequeña tierra, poner sobre la tierra el amor. Un niño y millones de locas, etéreas y lejanas, sexos de nubes, organzas y espejismos, y un niño, un arrebato de ser entre las piernas. Y cada vez que una de ellas me rozaba, nacía un nuevo ser. Pensé seriamente que si lo que me estaba ocurriendo era real, no habría seguramente comida para todos. Morir muere lo igual, seguí pensando y me quedé tranquilo.
Sentí un cansancio enorme de tanto sexo multicolor, de tanto sentimiento, y me quedé dormido.

miércoles, 7 de enero de 2009

INTENTO NUMERO VEINTISIETE

Yo soy, le dije, aquel capaz de pegar 10.000 martillazos sobre la misma palabra, hasta que la palabra sangre. Yo soy, madame, el que rompía baldosas en el cordón de la vereda. Usted si no quiere no me conteste, a mí me da igual. Pero eso sí, siga chupando, aleje de mí toda sospecha. Hágame su Dios, y yo abriré mis ojos para que usted aparezca, radiante y llena de esperanzas y cerraré mis ojos para que usted descanse tranquilamente hasta la próxima jornada. Iremos por los circos y yo diré, aquí conmigo lo que no existe. La bella que sólo puede en el resplandor de mi mirada. Y subiremos al trapecio juntos y tú me dirás hijo de puta mirá qué has hecho de mi vida. Cruje bajo mis pies una canción inolvidable.
Abrí los ojos maricón.
A veces resulta que las voces interiores parecen voces exteriores. A veces resulta que cualquier imaginación es más brutal que cualquier realidad, y abrí los ojos. Y sólo para comprobar que el mundo era una pequeña bola de nieve gigantesca y que ella, silueta de lo posible, tendida tranquilamente entre mis piernas abiertas, acariciaba mis genitales con ternura, y ahora tangible, real, como mi propia madre, me comentaba naturalmente, que mis genitales eran todo el poder del nuevo poder y los besaba tranquilamente como se besan los monumentos o las armas de guerra antes de encontrarse con el enemigo.

martes, 6 de enero de 2009

INTENTO NUMERO VEINTISEIS


Te escribo, ves, te escribo en las paredes. Pongo tu nombre ciego en las paredes, te pido perdón, tú eres la que vino del espacio celeste para verme, para detener en mí el tiempo de los hombres, o yo soy simplemente borrasca marítima en tu mirada.
Abre los ojos pequeña bestia, que tu imaginación no tiene límites. Y algo como una boca en mis genitales. Despierta niño, y su voz se partía entre mis ojos y yo seguía prefiriendo el calor de aquello como una boca en mis genitales y las viejas imágenes de un pequeño niño entre los estallidos.
Prefiero a tu piel de loca, y a tu palabra de loca, las negruras, los negros acantilados interiores.
Viajo con la destreza de haber viajado contigo por el universo, por mis recuerdos. Recorro con mis manos, en lo que debería ser el sexo de tu boca, la galaxia del verde.
Reflejo de la nada. Lago de las aproximaciones. Quiero tu boca entre mis dientes, tu cuello entre mis dientes, tus ojos entre mis dientes de vampiro asustado por tu belleza.
No seas maricón, abrí los ojos.
Y ella era silenciosa todavía en la mañana y yo le contestaba con fuerza, con furia.
Joven, tensa cuerda entre las flores. Ella también cedería. Tarde o temprano, si yo seguía con los ojos cerrados, a ella le terminaría gustando más, vivir dentro de mí que fuera de mí. Sería ella, lo digo aunque en este momento no se pueda creer si yo mantenía mi firmeza, ella terminaría pidiéndome que cerrara los ojos. Cerrá los ojos mi amor, morí en mis brazos. Todo tu semen para mí. Para mí, toda tu locura. Por fin me decidí y hablé en voz alta.
La que estuvo conmigo anoche, está ahí todavía o ya me transportaron a otro sitio.
A veces el silencio era bueno y a veces el silencio era insoportable (estaba claro que ella sin mis ojos abiertos no existía. Su filosofía era como mínimo una filosofía dualista, y sin embargo yo preferí insistir en eso del valor de la palabra. Me dije que un niño que ya había cometido cinco asesinatos, bien podría permitirse el capricho de vivir como su abuelo con los ojos cerrados, y decirle a esa señorita que habló la noche anterior con él que le hiciera de María).

lunes, 5 de enero de 2009

INTENTO NUMERO VEINTICINCO

Busco, sigo buscando entre las esperanzas de un recuerdo.
Ato mi razón, descuelgo de ella un sinsentido.
Te escribo.
Dejo pasar entre las teclas de la máquina los afectos más reprimidos. Hoy estoy ágil como una paloma entre los buitres. Como una paloma a punto de ser decapitada por la paz.
Soy todavía blanco en la esperanza de ser múltiple, y sin embargo un ajetreo en mis entrañas anuncia el espacio nocturno para mis ojos, fuera de mí, volando a ras del cielo, desorbitados, a punto de caer.
Inmaculado licor, entre tus piernas de gacela perdida, de gacela abierta a los manantiales, de gacela estropeada por la civilización.
Busco entre los recuerdos una esperanza y no encuentro recuerdos.
Desbaratado plan el de mis locas intenciones.
Escribir también contra mí mismo. Tanta locura. Tanta alegría en medio de tanta locura, más que tocar fondo, me elevo desesperadamente entre los astros. Espuma de cielo, me dejo comer por el vacío.
Soy una de las últimas astillas de la tierra, ya no puedo volver, ni detenerme. Hacerme fuego, es mi destino, incendiar, también, el universo.

Fresas y fresnos marinos, ínfimo trópico de deseo. Aleteo fugaz contra las olas y también contra el viento. Me imagino tantas veces sentado en una silla para siempre, ligando el mundo entre mis letras. Páginas como gigantescas olas oceánicas.
Lento devenir, entre las letras como si fuera entre montañas y valles del sol y los ríos cortando por el medio toda una ciudad.
Tejo una red de versos incalculable.
No haga ningún esfuerzo, escapar es imposible.
Teja conmigo amablemente.
Lo grande sólo asusta a los solitarios. Deje que sus ojos se vuelen de sus órbitas. Hágase universal, recorra el espacio celeste, fuera de sí.
Cielo y vértigo para sus ojos desorbitados.

INTENTO SIN NUMERACION

Quiero dar la bienvenida a los nuevos seguidores y a todos en general pedir algunas disculpas por haberme distraído en vanas conversaciones con desconocidos que no me aportaron ningún saber, despuès de esta experiencia nula, prometo intentar contestar todos vuestros comentarios- Gracias por existir

domingo, 4 de enero de 2009

INTENTO NUMERO VEINTICUATRO

Anoche parece que zarpé, esta mañana casi mediodía, prefiero no abrir los ojos.Estiro mis manos tratando de saber dónde estoy, no puedo dejar de recordar a mi abuelo Antonio, el padre de mi madre, con sus manos tratando de arrancarle un color a las cosas. Su fe era ciega, su ceguera infinita.
Yo me acercaba silenciosamente a él para engañarlo y en silencio le tomaba alguna de sus manos y se la ponía en mi cara y sus dedos se apoyaban lentamente sobre mis párpados y un ángulo de su pulgar rozaba imperceptiblemente mis labios y yo me sonrojaba sin que me viera y él exclamaba como si fuera la primera vez:
- Aquí está conmigo, el genio, el que lo ve todo.
Y bajaba sus brazos por el costado de mis brazos y tomándome de las manos me hacía volar por los aires y a pesar de toda la ceguera, a pesar de todo mi temblor, volvía otra vez más a caer, siempre entre sus brazos. La noche siempre tiene el vértigo de la pasión, me decía. Al sol, la gente se entontece. Todo el calor queda en la piel, el sol, me decía, no llega a la sangre. Sin sol el tiempo es otro, y rezongaba y encendía su pipa y en medio de las blasfemias, me preguntaba si se había puesto muy rojo y yo le contestaba que sí, como un tomate, y él reía como si morirse también estuviera bien, y se levantaba de su asiento y golpeaba las paredes con los puños cerrados, y me paseaba sobre sus hombros por el patio, y me preguntaba por el color de las uvas, de qué color, son exactamente, las pequeñas plantitas, que crecen entre nuestros pies. De qué color el cielo. De qué color el culo de María.
Negro y así, pasábamos la mañana, y terminábamos sentados bajo la higuera donde yo le explicaba por millonésima vez, que los colores no existen, que todo es negro y los colores están en la mirada.
Su alma se abría al paso de mis pequeñas palabras. Y nos quedábamos en silencio y María era la música que rompía el encantamiento, y volvíamos con sus palabras a la vida.
-Los hombres, siempre tienen cuentas pendientes con la justicia. Un niño tonto y un viejo tonto, queriendo descubrir el mundo y los dos están con los ojos cerrados.
Su voz era el cristal, la luz y la sombra, son el mismo mundo, y emprendía la retirada a galope tendido por el patio y el único color, era María.

viernes, 2 de enero de 2009

INTENTO NÚMERO VEINTITRES

Yo también clamo por lo que clama todo el mundo, quiero igualdad, libertad, trabajo para todos. Que nadie explote a nadie, que nadie ame a nadie, que nadie tenga necesidad de enseñar a nadie a vivir. Que no existan ni los colegios, ni las cárceles, ni la homosexualidad, ni la heterosexualidad, ni el individuo, ni la familia, ni el Estado, ni la revolución, ni derecha, ni izquierda, sino tan sólo como las márgenes de un río.
La razón y la locura, serán antigüedades de la ideología, y la burguesía y el proletariado, un error.
Bebo de este néctar de esperanzas, una copa más.
Explotados y no explotados, intelectuales, artistas, reventados sociales, madre o padre de familia, dispuestos a todo, enfermeras, personal subalterno de las casas de masajes, homosexuales, feministas, poetas en general, partidos revolucionarios equivocados, prostitutas de cualquier edad y de cualquier sexo, ladrones solitarios, religiosos y religiosas con ganas de vivir, madre soltera, padre soltero, hijo sin padre y sin madre, extranjero con identidad precaria, buzos, mineros, destapadores de cloacas, trabajadores del metro, en fin todo aquello que trabaje bajo tierra, los muertos en general. Fetichistas de todo tipo, amantes del dinero, de las plantas, de los animales, de las mujeres, de los hombres, amantes de los niños, de la cultura, de la civilización, del progreso. Curadores de todo tipo, instructores, guardianes de cárceles, sabios de la vida, maestros en general, guías de todo tipo, trabajadores de los baños públicos, personal de servicio, médicos en general.
Hombres y mujeres: Salud.
Bebo de este néctar de esperanza, una copa más.
No quiero la guerra y tampoco quiero la paz, porque la paz, siempre es un trozo de la guerra.
No quiero ni los esclavos, ni los amos. Puestos en libertad los presos, deben ser puestos inmediatamente en libertad los guardias. Si los esclavos consiguen por fin su libertad, que haya, también, para los amos, libertad.
Que la sexualidad sea libre y que también sea libre la reproducción. Que no se vuelva a cometer el error de creer que la transformación de los modos de producción, quiere decir transformación de la ideología.
Todo humano debe saberlo, ahí, la revolución todavía no ha comenzado.
Que no exista el respeto, porque si no se va a maltratar a nadie y nadie se va a sentir maltratado, no será necesario respetar a nadie.
Chicos y grandes: Salud.
Bebo de este néctar de esperanzas, una copa más.
Que el espacio y el tiempo sean infinitos como infinitos son las formas y el tiempo de lo humano.
Que el sol no sea nuestro fin, y que tampoco el sol, sea nuestro límite.
Que nuestra propia muerte, no sea nuestro límite.
Que se termine, si es necesario por decreto, la paranoia intergaláctica. Que el mundo sea para todos, y que para todos sea el universo, también para sus actuales habitantes y, también, para nosotros.
Y basta de seguirnos tirando estrellas, pequeñas y grandes, a los ojos. Y basta. Y basta de que exóticos experimentos tanto de vuestra parte como de la nuestra, traten de demostrarse desde hace miles, y miles de años, quién puede más, quién puede menos. A quién le corresponde dominar.
Y basta de mío y de tuyo, de nativo y de extraño, y basta de escritores y lectores, porque ha llegado la hora de conversar.
Terrestres y extraterrestres: Salud.