viernes, 17 de julio de 2009


DECADENCIAS IMPERIALES

No era el sol esta mañana iluminando el alto de las casas

con esa luz blanco abismal de día nuevo,

provocador de desafíos.

Era una fiera sin astucias, brutal, mordiéndose los dientes,

falsario mariscal de cínica sonrisa rompiendo y usurpando

la historia del hombre y su esperanza.

Tambor de muerte dispersando ecos inmóviles de silencio,

cuando rotarios de la infamia avanzaban

sobre los pueblos yacientes en las calles sin dar creencia

a sueños de derrumbes, mutilación de las culturas,

Bagdad, Beirut, mis padres, mis hermanos convertidos

en polvo de historias sucumbidas,

sin el precio alentador de la venganza.


NORMA MENASSA

domingo, 5 de julio de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SETENTA Y OCHO

-Y conmigo, qué experimento quieren hacer conmigo, acaso el de la puta cósmica. Yo lo único que deseo es que curen a Catín para que podamos volver a vivir juntas.
Carbonero y Sol no era para Diana lo que era para Catín, Para Diana Carbonero y Sol era la casa de los psicoanalistas, una casa donde nadie tenía un claro deseo de vivir o estar en ella, sino más bien una profunda necesidad. Carbonero y Sol era la casa donde te cambiaban el nombre por una cifra, la personalidad por una función. Una especie de taller mecánico de hombres. Carbonero y Sol era el lugar donde si una tenía ganas podía, por qué no, sentirse una verdadera rata.
-Yo antes de conocerlos era un cúmulo de pretensiones, era una mujer hermosa y solitaria y Catín me amaba. Después llegaron ellos y me volvieron loca, primero porque el marxismo de ellos era más apasionado, después me mandaros a psicoanalizar con el infalible doctor Si, me robaron a mi amiga Catín con el asunto que a los locos mejor es agruparlos y ahora me quieren hacer vivir a mí, precisamente a mí que soy una solitaria, con 20 personas mayores y siete niños. Están todos locos.
Yo quiero que me devuelvan a mi Catín, mi dulce amada Catín, la pobre de sentidos, a quien nunca durante cinco años pude arrancar un solo gemido, de goce o de dolor. Ella soportaba todo en silencio. Mis golpes y los consoladores, mis besos y las procacidades y nunca era feliz. Quiero por lo tanto que me devuelvan a mi Catín y la quiero, como ella era antes, muerta.
Una muñeca de trapo, un dibujo sobre una cartulina negra, yo misma era su corazón, su único deseo, su palabra.