jueves, 15 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA Y DOS

No podía saber cuánto tiempo había pasado porque no era con el tiempo del reloj como se medían esas escenas de amor que, con el tiempo, ellas decían, me iría acostumbrando y no sólo es eso sino que, también, terminaría deseando estar con dos de ellas, y a veces espectacularmente con tres o cuatro o bien el número que a ellas se les ocurriera, porque yo en definitiva terminaría siendo de ellas, su deseo.
Si se trataba de una guerra convencional, empezaba a quedar claro que yo perdería la guerra. Así que todas mis esperanzas en la entrega se reducían a pensar que la guerra debería ser otra cosa. A veces en claras noches de luna llegaba a sentir que ellas querían dominar con sus sexos, lo que el hombre no había podido dominar con armas poderosas, y con armas escandalosamente destructoras. Como esa última bomba que acaban de fabricar los estados poderosos. Esa que se te mete en los ojos y te hace ver la vida color de rosas aunque te estén torturando.

3 comentarios:

  1. "...ellas querían dominar con sus sexos lo que los hombres no habían podido con armas poderosas"
    Tal vez por eso ellos son esclavos de las armas y ellas esclavas de su sexo...¡libertad para ambos!, aunque sea de eso que nos esclaveza..
    ¿O se trata de otra cosa, Viejo Feliz?

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  2. Querida Amelia:
    Aquí está la respuesta a tu pregunta:

    EL PRIMER DÍA DE PRIMAVERA EN LA MAÑANA

    El primer día de primavera en la mañana
    hincábamos nuestras rodillas en la arena
    y nos despedíamos para siempre
    de aquellos
    que habían muerto en el invierno.

    Faride, la abuela
    tomando a los más pequeños de la mano
    mostraba el mar y les decía:
    el mar está maldito,
    mata a nuestros hombres por placer
    su perversidad no tiene límites.

    El llano nos espera.
    Nuestro porvenir
    la guerra
    contra el llano.
    Dominaremos la pradera.

    Todo era difícil sin violencia
    Faride empecinada
    quería que los elegantes hombres del llano
    casaran con nuestras mujeres.

    Todo era difícil
    cuando con lo único que contábamos
    era con el amor.
    Faride empecinada
    montada en un caballo blanco
    como la nieve de los Alpes,
    abrió sus brazos hacia el cielo
    estrelló su mirada contra el enemigo
    y ordenó avanzar.
    Avancemos
    hijas
    todo está perdido.

    Miguel Oscar Menassa
    Del libro "Yo pecador"

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  3. El amor, a veces, es necesario, y entiendo que todo es difícil sin violencia, el trabajo y el amor no lo hacen más fácil pero sí más posible. Gracias, Viejo Feliz, por el poema de Menassa, tan esclarecedor y oscuro.

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