Llegué una tarde a Madrid y me dije: ésta será mi tierra, éste mi pueblo. Después fue mucho más difícil. Los apretones de manos del principio se transformaron en fuertes tenazas inmovilizadotas. Llegué a sentir que la esclavitud era mi sino. Como aquella francesa que en el tango muere tosiendo y enamorada. Cómo explicar que ese batir de palmas que escucho, transforma mi noche en una fiesta.
Armo un cigarro tras otro y me los paso a mí. En soledad soy un tipo inquieto, la gente normalmente me tranquiliza. La gente en general en estos tiempos, me quita las ganas de vivir. Y esto es simplemente una manera de decir, porque estar inquieto no es suficiente demostración de estar vivo. Soy argentino, quiero decir, nací en Buenos Aires, mi padre es árabe y nació en el mar.
Fue de los primeros navegantes el más experto. En Buenos Aires, al amparo de la sombra de la higuera, en la casa de mi abuelo Antonio, padre me recordaba que el abuelo de su abuelo, cuando hablaba, siempre hablaba de España. Nuestra tierra más bella, decía, y si fue patria de mis abuelos; será tu patria, agregaba mi padre antes de continuar el relato, después se perdía en divagaciones, y terminaba recitando un poema en árabe, inscripto en alguna piedra, en algún lugar de España. Algún día serás grande y ya verás con tus propios ojos. A pesar de los bárbaros, nuestras señas perduran. Irás por ellas hijo mío y se quedaba como dormido entonando siempre la misma canción. Laia, laia, laia, laia, laia, laia... y batía las palmas como hacen los andaluces.
Armo un cigarro tras otro y me los paso a mí. En soledad soy un tipo inquieto, la gente normalmente me tranquiliza. La gente en general en estos tiempos, me quita las ganas de vivir. Y esto es simplemente una manera de decir, porque estar inquieto no es suficiente demostración de estar vivo. Soy argentino, quiero decir, nací en Buenos Aires, mi padre es árabe y nació en el mar.
Fue de los primeros navegantes el más experto. En Buenos Aires, al amparo de la sombra de la higuera, en la casa de mi abuelo Antonio, padre me recordaba que el abuelo de su abuelo, cuando hablaba, siempre hablaba de España. Nuestra tierra más bella, decía, y si fue patria de mis abuelos; será tu patria, agregaba mi padre antes de continuar el relato, después se perdía en divagaciones, y terminaba recitando un poema en árabe, inscripto en alguna piedra, en algún lugar de España. Algún día serás grande y ya verás con tus propios ojos. A pesar de los bárbaros, nuestras señas perduran. Irás por ellas hijo mío y se quedaba como dormido entonando siempre la misma canción. Laia, laia, laia, laia, laia, laia... y batía las palmas como hacen los andaluces.
Gracias por volver una vez más a pesar de nuestro silencio. ¡Cómo combina las palabras! ¡Con que certeza!Gracias a su escritura, crisol sideral de nuestra(s) escritura(s) nuestras señas perdurarán...
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Me gusta mucho cuando dices sobre las escrituras, en algun estaba escrito este poema... en algun lugar en España; como si fuera que el lugar onde estamos es el lugar... que será nuestra patria. De alguna manera, la escritura Cero se parece con eso: una patria.
ResponderEliminarQuerida Claire: La escritura no necesita público ni reconocimiento le basta una hoja en blanco. Y si la hoja en blanco es la propia vida de poeta mejor.
ResponderEliminarQuerida Lúcia: una patria que se desvanece en el silencio y crece en la escritura.
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