lunes, 9 de febrero de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CUARENTA Y DOS

Mamá a veces era un genio, menos que me masturbaba todos los días, lo sabía todo, sin que yo hablara una sola palabra. Por esta costumbre de mi madre, recuerdo haber tenido muchos problemas en mis relaciones con las mujeres en general. De tanto esperar que alguna mujer descubriera mis pensamientos sin que yo hablara, me fui haciendo entre ellas fama de misterioso. Un tipo, decían, que nunca se sabe lo que piensa. Después intenté explicarme por escrito, y así cada vez fue peor. Es un poeta, empezaron a decir, por eso tan misterioso, tan lejano. Su cuerpo es como el mar, si te dejas estar, te traga. Y en esa inmensidad cuando por fin develará sus íntimos secretos, todas las palabras que pronuncia tienen que ver con una. Él existe a medias, si no te gusta hacer el amor con él, te recita un poema. Si la poesía todavía no es el tiempo de tu deseo, es capaz de tomar un café con una, hablar de tonterías y dejarte contenta. Y si antes de partir, inmersa todavía en la alegría del encuentro, le recuerdo que no me dijo nada de su vida. Él te besa varias veces (cuando se despide siempre es cariñoso) y entre los besos, la vida es todo, te dice, también esos silencios.

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