El mate cocido por su gusto y su color, dependía de hierbas cocidas y azúcar, me gustaba.
Pensé que ya era suficiente, debía cerrar la puerta nuevamente, pero no me podía mover de la silla. Esperaría entonces la próxima persona que se acercara a mí y le pediría que cerrara la puerta.
Una mujer morena, de labios gruesos y espléndidas caderas se acerca a mí resueltamente con un vaso en una mano, y me besa en la boca, bien como si me conociera desde hace años, deja el vaso encima del escritorio y sale, me impresiona tanto su actitud conmigo, que me olvido de pedirle que cierre la puerta. Hago un esfuerzo, un gran esfuerzo para levantarme de la silla y lo consigo, pero casi me quedo sin fuerzas, decido en lugar de cerrar la puerta, salir por una puerta exactamente a un metro de la puerta de lo que sería mi pieza al patio.
Pensé que ya era suficiente, debía cerrar la puerta nuevamente, pero no me podía mover de la silla. Esperaría entonces la próxima persona que se acercara a mí y le pediría que cerrara la puerta.
Una mujer morena, de labios gruesos y espléndidas caderas se acerca a mí resueltamente con un vaso en una mano, y me besa en la boca, bien como si me conociera desde hace años, deja el vaso encima del escritorio y sale, me impresiona tanto su actitud conmigo, que me olvido de pedirle que cierre la puerta. Hago un esfuerzo, un gran esfuerzo para levantarme de la silla y lo consigo, pero casi me quedo sin fuerzas, decido en lugar de cerrar la puerta, salir por una puerta exactamente a un metro de la puerta de lo que sería mi pieza al patio.
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