El único efecto provocado por haber apretado el timbre, fue que la puerta de vidrio esmerilado se abrió.
Y desde el lugar donde yo ahora estaba sentado se podía ver una escalera de madera, cubierta con una alfombra, que seguramente bella hacía muchos años, aparecía ahora rota y sucia. Por la puerta abierta seguramente iría apareciendo gente.
Un muchacho de unos veinticuatro años, se acercó y me dijo si quería tomar algo, dije que sí con la cabeza al tiempo que este muchachote, más alto que yo, se inclinaba para darme un beso en cada mejilla. Este debe tener conmigo una relación especial me dije.
-Querés un vaso de mate cocido –me dijo- y salió de la pieza.
En realidad lo que yo quería era un fósforo, o un encendedor para prender en cigarrillo de marihuana pero todavía tenía miedo de hablar y no dije nada. Mate cocido, vaya a saber qué cosa empezaré por tomar.
En medio justo de estas tonterías apareció un adolescente de unos doce años, entró como si la pieza fuera de él, también diciéndome buenos días, me dio un beso en cada mejilla, dijo buenos días y se fue. En su rostro vi algo parecido a mi rostro. Tal vez, me dije, había tenido hijos y todo sin darme cuenta. Cuando me encontrara con Lipuskia, le rompería el culo a patadas.
domingo, 22 de marzo de 2009
INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA Y UNO
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