Lo tuyo, para decirlo de alguna manera es una especie de estúpida responsabilidad.
-Pero don Miguel ¡carajo! no quiero ser novelista, ya es suficiente, mostré que podía, ahora basta.
Alesio siempre contestaba bien, él era nuestro producto más puro, el hombre que más cerca estaba de nuestra infernal creación: “La estupidez iluminada”.
-No joda más don Miguel, eso es lo que usted quiere que diga de Alesio, pero yo no quiero ser un novelista. Algo muy serio ha ocurrido en mi alma en los últimos años, ya no siento deseo de ser único, ni tampoco el mejor, siento, don Miguel, que mis ambiciones son cada vez mayores, no quiero más ser inmortal, quiero ser feliz.
Más allá del amor, más allá del bien y del mal, más allá de la cordura y de la locura. Quiero ser feliz.
-Bien ya lo eres, continuó don Miguel, eres un novelista, un conocedor de los límites, un amante del tiempo perfecto.
Quiero decirte querido Alesio que el orgasmo a tiempo no es un ritual, sino más bien una poderosa arma contra la muerte.
-Vamos don Miguel, vivir no es ningún compromiso. Y no me venga a decir que puedo hacer con mi cuerpo lo que quiera, porque eso ya lo sé. Y no me rompa más los cojones, con eso, que usted por su parte ya decidió vivir 200 años.
-No diga tonterías, Alesio, el tiempo no existe. Primero ame desesperadamente cualquier cosa, el resto es fácil; dejarse llevar por los perfumes, por los colores más superfluos. El precio, ya lo sabemos, Alesio, el más alto, la vida misma, un cambio definitivo de destino, un nunca jamás seré aquello. A ver Alesio, repita conmigo, Adiós papá… a ver junto conmigo, sin miedo usted no es el único responsable.
-Adiós papá, basta de olivos y de sueños, la verdad me espera. Y contigo mamá nada de adioses, él me lo dijo todo. Sé que no eres única. Convivamos en paz. Adiós mi pequeña escuela primaria, adiós mi gran premio nobel, adiós. Yo soy Alesio, el novelista.
-Pero don Miguel ¡carajo! no quiero ser novelista, ya es suficiente, mostré que podía, ahora basta.
Alesio siempre contestaba bien, él era nuestro producto más puro, el hombre que más cerca estaba de nuestra infernal creación: “La estupidez iluminada”.
-No joda más don Miguel, eso es lo que usted quiere que diga de Alesio, pero yo no quiero ser un novelista. Algo muy serio ha ocurrido en mi alma en los últimos años, ya no siento deseo de ser único, ni tampoco el mejor, siento, don Miguel, que mis ambiciones son cada vez mayores, no quiero más ser inmortal, quiero ser feliz.
Más allá del amor, más allá del bien y del mal, más allá de la cordura y de la locura. Quiero ser feliz.
-Bien ya lo eres, continuó don Miguel, eres un novelista, un conocedor de los límites, un amante del tiempo perfecto.
Quiero decirte querido Alesio que el orgasmo a tiempo no es un ritual, sino más bien una poderosa arma contra la muerte.
-Vamos don Miguel, vivir no es ningún compromiso. Y no me venga a decir que puedo hacer con mi cuerpo lo que quiera, porque eso ya lo sé. Y no me rompa más los cojones, con eso, que usted por su parte ya decidió vivir 200 años.
-No diga tonterías, Alesio, el tiempo no existe. Primero ame desesperadamente cualquier cosa, el resto es fácil; dejarse llevar por los perfumes, por los colores más superfluos. El precio, ya lo sabemos, Alesio, el más alto, la vida misma, un cambio definitivo de destino, un nunca jamás seré aquello. A ver Alesio, repita conmigo, Adiós papá… a ver junto conmigo, sin miedo usted no es el único responsable.
-Adiós papá, basta de olivos y de sueños, la verdad me espera. Y contigo mamá nada de adioses, él me lo dijo todo. Sé que no eres única. Convivamos en paz. Adiós mi pequeña escuela primaria, adiós mi gran premio nobel, adiós. Yo soy Alesio, el novelista.
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