jueves, 22 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA Y CINCO

La prueba de confianza que ellas me darían sería, sin lugar a dudas resucitar a los cinco muertos, esto me daría una posición en el sistema conveniente. Seguramente, después de la ceremonia de la resucitación, algunas relaciones a establecer, que ellas me indicarían, harían posible comenzar a pensar en una estrategia. Claro que todo esto era algo solitario ya que yo no había podido hablar con ellas y que todo esto era producto de mi imaginación. Ya que si bien ellas me hacían sentir el cuerpo, yo otras veces había soñado y había sentido mi cuerpo como cuando era vigilia.
Además se me complicaba la solución del problema, porque si ahora ellas después de lo que a mí se me aparecía como mucho tiempo en silencio, y seguiría dudando acerca de si ellas realmente me hablaron, o hablaron por mi boca, porque yo antes que ellas había hablado. La situación era la mar de complicada. Y yo todavía seguía siendo el niño asesino, y lo peor que cada día que pasaba, el niño que al no ser encontrado por la policía de ningún Estado, los diarios atribuían al pequeño, una capacidad más. Hasta llegaron a darme por muerto. A lo cual mi madre otra vez gritando por la calle decía que el niño no había muerto de ninguna manera porque si no, ella lo hubiese sentido en su corazón.
No cabían dudas mi madre y ellas estaban hechas de la misma materia. Las diferencias sólo se notaban, en la diferencia de moral.

No hay comentarios:

Publicar un comentario