sábado, 10 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA

Escapar no era sólo difícil para ellas sino que todavía era más difícil para mí. Yo fui el que con mis letras atrapé sus vendimias, sus cielos claros. Ellas eran parte de mí, y yo era parte de ellas, y en ese ser parte uno del otro, ellas y yo, formábamos al mismo tiempo, parte de mi vida.
Y todo era así de bestial y de sublime.
Entre tanto fuego, escapando de nuestras propias fantasías llegamos al centro de una selva. Una ciudad, una pequeña ciudad al sur de Europa, donde nadie pudiera sospechar de una multitud de mujeres avergonzadas y en el mejor de los casos desesperadas y un niño indefenso.
En unos días, ellas haciendo movimientos y yo hablando, queríamos conquistar además de la tierra, todo el universo.

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