lunes, 22 de diciembre de 2008

INTENTO NUMERO DIECISEIS

EL NIÑO POETA ENTONTECIDO POR EL HAMBRE, DE REGRESO A SU CASA, ROBA PARA COMER

No quise ver cómo el tranvía te había despedazado.

Te recordaba hermosa,
con una palidez de virgen somnolienta.
Y dormí una noche entre los muertos,
y fue apacible noche,
y los vientos y los sonidos nocturnos,
tan natural la noche en los cementerios.

A la mañana siguiente no te vi pasar.
Lloré otra vez más por haberme equivocado,
besé un poco de tierra por las dudas,
y volví a casa.

En el camino a casa
caminé noches y días.
Y todo era lejano.

Y robar no era difícil para un niño,
iba jugando por la calle y al mismo tiempo
robaba y nadie notaba la diferencia.
Robé
sólo para saciar de mis necesidades, su dolor.
Un litro de leche.
Dos barras de chocolate,
un jazmín,
para oler adecuadamente cuando me encontrara con ella
un lápiz y un cuaderno,
para dibujar el recorrido por las noches.
Y antes de llegar follé con María,
la vieja pordiosera,
juntadora de inolvidables basuras,
y pedidora sublime de limosnas,
y le robé unas monedas.
Llegar con un poco de dinero a casa,
me dije,
aliviará la pena.

Ella tampoco esta vez me dejó hablar,
rotunda en su delirio,
descargaba sus golpes con furia.
Claro contenido sexual, había en esos golpes.
Gritos inconcebibles, donde yo era,
un salvaje degenerado engañador, y que ya,
no tenía remedio.
Cuando terminó su crisis,
le grité,
que había estado trabajando,
y tomando las monedas que le robé a María,
se las tiré en la cara,
y no la vi más.

3 comentarios:

  1. No sé qué decir, varios sentimientos han acudido a mí mientras leía este poema, pero me dejó sin palabras, como muda, ¿será que los sentimientos enmudecen? Gracias.

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  2. El encuentro con la poesía siempre es un desencuentro; después nada queda como estaba, yo no soy la misma y ella tampoco.
    ¡Esta escritura da unas ganas de escribir!
    Hay veces que también da otro tipo de ganas.
    Es una escritura que parece imposible, pero es de verdad. ¡Increíble pero cierto!
    Gracias

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  3. LUNA, VE TU PRIMERO

    La luna se moría de amarillo.
    La noche la envolvía
    en sus gasas negras.
    La luna no crecía.
    Su mortaja la alejó.
    Yo la seguí esperando
    vuelta tras vuelta.
    Ella volvió un día,
    Yo no quise ni verla.


    Antonia López Pérez

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