sábado, 9 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y CUATRO

Carbonero y Sol era para Catín, la casa de los escritores. Ella no podía sospechar siquiera, que don Miguel, su amado don Miguel, fuera precisamente uno de los cerebros más importantes de la banda de mutantes, y jefe directo de su propio psicoanalista, el doctor Si.
Carbonero y Sol era una caja de Pandora, todo era posible, y Catín lo sabía.
(Don Miguel era un hombre maravilloso, pero también era raro. Cuando hacía el amor era un animal feroz, una vertiente oceánica, después el resto del tiempo parecía, la mayoría de las veces, un idiota, decía siempre que sí, a cualquier proyecto le dice adelante, como si nada le importara. Una le habla del amor, te dice que no existe y sigue regando sus plantitas. Uno le habla del poder, y él dice que el poder a veces, un poco antes de la verdad, pero que de cualquier manera para los jóvenes y las mujeres en general es mejor el goce y sigue regando las plantitas. Él no tiene edad, de espaldas regando sus plantas un poco encorvado o cuando levanta una moneda en el patio, un viejo de setenta años y no le queda mal. De perfil mirando el horizonte es un hombre tal vez interesante. Desnudo su cuerpo siempre tiene la edad del cuerpo de la mujer que lo acompaña. Haciendo el amor con ese cuerpo de muchacho joven, o bien él me lo hacía creer así, con ese cuerpo sin tiempo, volé, volamos todo lo que quisimos y volando, aunque nadie lo crea me dijo que me amaba.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario