martes, 12 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y SEIS

Luisa es hermosa, y me mira dulcemente y parece no vivir en la casa. Hablaré con ella primero del episodio del ascensor. O bien podría hablar con Alesio y si no mejor, esperar hasta mañana, tendría que poder soportar, todo el mundo soporta un plus de imaginación y como dice don Miguel algo que le pasa a todo el mundo no vale la pena ser calculado. Esperaré hasta mañana.
Catín veía mal.
Luisa era precisamente la reina y no era hermosa, era inteligente.
120 años al lado de don Miguel habían transformado su cerebro definitivamente. Había nacido entre la humedad de los pastos y el suave aroma del estiércol secado por el sol. Luisa era ciega, se guiaba por sus sentimientos. Y se parecía a Catín, en que a veces como le pasaba a ella, le gustaba todo, todo le hacía bien y era feliz. Su vagina era una máquina perfecta. Había hecho el amor un billón de veces y solamente tres veces no tuvo orgasmo, y todo en versión tristeza, cuando murió su madre, cuando murió su padre, cuando murió Gardel. A Catín no le pasaba lo mismo. Había podido solo con un hombre.

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