domingo, 10 de mayo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SESENTA Y CINCO

Llamar a la puerta de Carbonero y Sol, siempre era motivo de nervios para Catín, saliera lo que saliera de la casa, ella sufriría una emoción violenta, si alguno de los niños, porque los niños en general aman a las locas como yo. Si don Miguel, el susto sexual de la semana. Si alguna de las mujeres de la casa, todas me besan en la boca. Y a mí, me da miedo. Y cuando la casa está sola, aparece el solitario y silencioso don Cristóbal, siempre tratando de descubrir algo. Él, me irrita.
-Hola Catín.
-Hola don Cristóbal, ¿no hay nadie?
En el patio esperaba a Catín una sorpresa, estaban todos los de la casa y además cuatro desconocidos. El único que se quedó en el límite entre el patio y la casa, fue don Cristóbal, él, era evidente, necesitaba el patio para su silencio, la casa para su soledad.
El resto, incluida Catín y Bartola (el gato de dos colores) todos sentados alrededor del gran cantero central del patio. Todos muy serios. Catín temblaba.
Don Miguel gritaba como cuando hacía el amor; hoy se debe tratar de algo muy serio. Mientras Catín hacía esfuerzos por llegar a entender alguna palabra, el rey del amor, el magnate de las caricias, el increíble doctor Si, abandona su lugar para ir a besar aparatosamente a Catín, que soporta en silencio sentir que la respiración de él, es la misma que la respiración del ascensor. Tiene miedo, desconfía de todos, sólo la mirada de Luisa la sostiene, el resto muy interesado en los planes cósmicos de don Miguel, para las ambiciones cósmicas. Catín está desesperada en esa casa están todos locos, ahora, también, don Miguel, quiere conquistar las estrellas.

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